El
ferrocarril subterráneo
Colson
Whitehead
FICHA
TÉCNICA
Título: El
ferrocarril subterráneo
Autor: Colson
Whitehead
Traducción: Cruz Rodríguez Juiz
Editorial: Literatura Random House, 2017
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 317
COLSON WHITEHEAD
Esto es lo que la editorial nos cuenta
de él:
Colson
Whitehead nació
en 1969 en Nueva York. Finalista del PEN/Hemingway con su primera novela, La intuicionista (Mondadori 2000), ha
publicado media docena de novelas y el libro de ensayos El coloso de Nueva York (Mondadori, 2005). Ha sido
finalista del Premio Pulitzer con John Henry Days (2011), finalista
del PEN/Oakland Award con Apex Hides the Hurt (2006) y
del PEN/Faulkner con Sag Harbor (2009). Zona Uno (Planeta, 2012), novela sobre una Nueva York post
apocalíptica, fue un best seller para The New York Times y
en 2014 publicó The Noble Hustle: Poker,
Beef Jerky & Death, una crónica del mundial de Póker. Su última novela, El ferrocarril subterráneo, ha sido
galardonada con el Premio Pulitzer 2017 y con el National Book Award de 2016.
Es profesor en instituciones como la Universidad de Columbia y la de Princeton,
ha recibido las Becas Guggenheim y MacArthur.
El largo viaje
hacia la libertad
ARGUMENTO de EL FERROCARRIL SUBTERRÁNEO
Cora es hija y nieta de esclavos. Como
tal vive en una plantación de uno de los estados del sur: Georgia, donde las
cosas siempre pueden ir a peor y ahora lo están yendo.
Caesar, otro de los esclavos de la
plantación, le propone huir de la misma, algo que conseguirán gracias a la
existencia del ferrocarril subterráneo.
Cora se debate entre la actitud de su
abuela que nunca quiso dejar de ser esclava y la de su madre, que huyó
dejándola allí abandonada y que nunca pudo ser detenida y devuelta.
Emprenderá una huida que será un viaja
hacia la difícil libertad.
EL FERROCARRIL SUBTERRÁNEO
El Ferrocarril subterráneo es un libro que
acumula dos importantes premios: el Premio Pulitzer 2017 y el National Book
Award. Su autor Colson Whitehead es uno de los pocos autores que ha conseguido
ambos premios por un mismo libro, por lo que no es de extrañar que, según nos
dice la contraportada, haya sido el acontecimiento literario del año en Estados
Unidos.
El
ferrocarril subterráneo era una red clandestina organizada en Estados
Unidos y Canadá, cuya finalidad era conducir hacia el norte a los esclavos
fugados de sus plantaciones. Un nombre que proviene del uso metafórico del tren
para referirse a sus actividades, por lo que hablaban de conductores o
maquinistas, que eran los que ayudaban a los esclavos fugitivos, o de
estaciones para referirse a las casas en las que los escondían.
Colson Whitehead lo que hace en
esta novela, además de mostrarnos toda la realidad de la esclavitud, es imaginar
este ferrocarril subterráneo como algo real, como si realmente existiese con
sus vagones y sus túneles subterráneos.
Un retrato de la esclavitud que comienza
con Ajarry, la abuela de Cora, raptada en África y traída hasta Estados Unidos.
Una mujer que se conformó a su suerte de esclava:
«Desde la noche que la raptaron la habían valorado una y otra vez, cada día se despertaba en el platillo de una nueva balanza. Si sabes lo que vales, conoces tu lugar en el orden de las cosas. Escapar de los límites de la plantación suponía escapar de los principios fundamentales de tu existencia; era imposible». (Página 18)
Todo comenzó cuando un avispado se dio
cuenta de lo rentable que podía ser cultivar el algodón. Lo que pasa es que
para que fuera rentable el algodón requería mucha mano de obra. De ahí la
necesidad de esclavos. El problema surgió cuando el número de esclavos era
superior al de amos blancos.:
«El esclavista había pedido algodón Sea Island para sus tierras, pero mezcladas entre sus semillas llegaron también las de la violencia y la muerte, un cultivo que crece rápido, Los blancos tenían motivos para estar asustados, Un día la sangre derrumbaría el sistema». (Página 181)
Como deja muy claro el autor, la
economía de Estados Unidos, nunca ha estado basada en la justicia. Que se lo
pregunten si no a los indios quepoblaban aquellas tierras o a los negros que
tuvieron que dejarse la piel, a veces literalmente, sobre ella:
«La tierra que Cora labraba y trabajaba había sido india. Sabía que los blancos alardeaban de la eficiencia de sus masacres, donde mataban a mujeres y niños y ahogaban su futuro en la cuna. Cuerpos robados trabajando tierra robada. He aquí el motor que nunca paraba, alimentada su ávida caldera con sangre». (Página 126)
«A mi padre le gustaba su discursito
indio sobre el Gran Espíritu. Después de tantos años, yo prefiero el espíritu
americano, el que nos trajo del Viejo Mundo al Nuevo para conquistar, construir
y civilizar. Y destruir lo que haya que destruir. Para iluminar a las razas
inferiores. Y si no, subyugarlas. Y si no, exterminarlas. Nuestro destino por
prescripción divina: el imperativo americano». (Página 129)
El ferrocarril subterráneo es un viaje hacia la libertad. Un viaje muy complicado y que en la
mayor parte de las ocasiones acababa en la muerte o, probablemente en algo mucho
peor como la captura del esclavo, porque las represalias que le esperaban para
dar ejemplo y quitarles las ganas a futuros esclavos con ganas de huir, eran
probablemente peor que la propia muerte.
Un viaje con muy pocas garantías de
éxito si uno lo intentaba por su cuenta, de ahí la importancia que tuvo el
ferrocarril subterráneo para culminar con éxito muchos intentos de fuga:
«En Virginia podías pasar clandestinamente a Delaware o remontar el Chesapeake en una barcaza, esquivando patrulleros y cazarrecompensas con inteligencia y la asistencia invisible de la Providencia. O podía ayudarte el ferrocarril subterráneo, con sus líneas secretas y sus rutas misteriosas». (Página 63)
Una de las cosas que más me ha llamado
la atención, es la figura del
cazarrecompensas.
Lejos de ese romanticismo de las películas del Oeste que lo presentaban como aquel
que buscaba peligrosos criminales para devolverlos a la justicia, es un
buscador de fugitivos, sí. Pero no de criminales, sino de negros escapados. Lo
cierto es que como muy bien justifica el cazarrecompensas de esta novela, su
labor es más que necesaria:
«Por cada esclavo que devuelvo, otros veinte abandonas sus planes de escapar con la luna llena. Soy una noción de orden. El esclavo que desaparece… también es una noción. De esperanza. Que deshace lo que hago de tal forma que a un esclavo en la siguiente plantación se le mete en la cabeza que él también podría fugarse. Si lo permitimos, aceptamos una tara en el imperativo, Y yo me niego». (Página 231)
Aún siendo Cora la protagonista
principal, no deja de ser una novela coral en la que irán apareciendo numerosos
personajes cuya historia tendrá capítulo aparte en la novela. Se abre con ello
en abanico de experiencias, muy distintas entre sí, para formar este basto
caleidoscopio de lo que fue en su día la esclavitud en Estados Unidos.
IMPRESIÓN
PERSONAL
Doctores tiene la Santa Madre Iglesia, y
su razón tendrán los críticos literarios que han aupado hasta tan altas
posiciones esta novela. Pero mi impresión personal es otra. Tal vez porque una
novela que pretende por una parte ser muy realista, deja de serlo desde el
momento en que tenemos claro que ese ferrocarril subterráneo que nos cuenta el
autor, nunca existió. Transformar una metáfora en una realidad, puede quedar
muy bonito literariamente, pero para mí le ha restado credibilidad a la novela.
Me provoca un alejamiento de la misma antes la seguridad de que todo lo que
cuenta es falso.
Bueno, todo no. Porque la historia de la
fuga en sí, de las persecuciones, de la acogida que en algunos lugares tenían
los esclavos fugados es real. Pero queda diluida en el cuerpo principal de la
novela que sabemos falso.
Por otra parte, aunque está muy bien el
abrir la historia a numerosos protagonistas, no ha conseguido engarzarlas de
manera que la lectura quede fluida (tendría que preguntarle a Isabel Allende
como consigue juntar veinte historias en una sin perder nunca el ritmo). Porque
la historia es un sube y baja permanente, con un ritmo muy irregular.
Puede daros la impresión de que estoy
poniendo la novela a caer de un burro, cuando en realidad no es esa mi
intención, sino transmitiros mi pesar porque esta novela, aún siendo buena,
creo que podría haber sido mucho mejor.
O será que esperaba mucho de ella tras
los grandes premios y elogios que había recibido.
De todos modos, con las pretensiones más
en el suelo, es una novela que sí merece la pena leer, al mostrarnos una cruda
realidad (sin por otra parte hacer excesiva fuerza en el lado gore que tiene
esa temática) que no está de más que sepamos.
VALORACIÓN: 7/10
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PUes he leído otra reseña de esta novela más positiva. Así que voy a bajar mis expectativas, por si acaso, pero quiero darle una oportunidad a esta novela, que la temática me interesa.
ResponderEliminarBesotes!!!
Pedro, no podemos estar más de acuerdo en impresiones y valoración. La considero buena por dar a conocer la organización y la historia de esos norteamericanos ambiciosos y temerosos de la población negra. La novela tiene muchos valles y a mí los personajes no me han calado. He visto una narración fría para una historia tan terrible. Mañana sale mí reseña.
ResponderEliminarBesos
Totalmente de acuerdo con tus impresiones. A mí, a pesar de lo duro de muchos momentos, con los que suelo empatizar fácilmente, la historia me resultó fría y distante; llegué a la conclusión de que parte de la responsabilidad la tenía el tren, ese que imaginamos a la perfección con sus túneles y sin embargo, sabemos que no es posible.
ResponderEliminarSaludos
Tengo la impresión de que parte de lo que se pierde al leer esta novela se debe a una traducción deficiente. Por lo demás, me parece una buena novela, aunque no es una obra maestra.
ResponderEliminarLa red antiesclavista "ferrocarril subterráneo" sí existió; se pueden consultar diversas páginas, incluidas wikipedia o la biografía de Harriet Tubman, donde fue guía durante ocho años y otras personas abolicionistas lo demuestran. Era un sistema "informal pero bien organizado". Con el tiempo olvidado. Y sobre ello ha construido la novela. Saludos
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