ARGUMENTO
“La
vida corriente, menuda expresión”, pensó Eduardo. Para él la
muerte consistía en ir perdiendo la costumbre de vivir.
(Página 16)
Eduardo
es un pintor cuya vida es un rápido descenso hacia el infierno tras
la muerte de su mujer y su hija en un accidente provocado por otro
automóvil y del que él, como si de una condena se tratase, logró
sobrevivir contra todo pronóstico.
Recibe
el extraño encargo de una famosa y rica violoncelista, Gloria
Tagger, que quiere que pinte el retrato de Arthur, un empresario que
acaba de salir de la cárcel tras haber matado en un accidente de
tráfico a su hijo y a una pequeña que cruzaban una calle. Un
encargo que parece un imposible:
Lo
que tu buscas es retratar algo irretratable, amigo: tú buscas el
mapa del interior de un hombre. (Página 249)
Demasiadas
heridas similares, heridas que amenazan con abrirse de nuevo con cada
pincelada con la que Eduardo avanza en el retrato.
Ten
cuidado, pintor, tal vez termines encontrando el retrato de tu propio
infierno. Piensa en ello cuando pongas en marcha tu pincel.
(Página 250)
RESPIRAR
POR LA HERIDA
Difícil
de calificar esta novela de Víctor
del Árbol, porque si bien es cierto que tiene muchos
elementos de un thriller,
por otra parte es una narración muy reflexiva que le aparta del
predominio de la acción que marca dicho género. Al mismo tiempo
tiene muchos elementos de novela negra, con un turbio entramado
empresarial, con un análisis crudo de la realidad. Pero tampoco
podemos pasar por alto que es una novela
de amor, o tal vez sería mejor decir la pérdida de un
amor el que desencadena toda la historia.
Pero
por mucha acción que tenga Respirar
por la herida, y la tiene, la característica fundamental
de la novela es que se trata de una reflexión sobre la vida, sobre
el por qué seguir vivo. Por eso mismo, la
muerte es una compañera de viaje inevitable en toda la
novela:
“La
única experiencia radical posible con la que hay que contar es la
muerte”, murmuró, recordando las palabras de consuelo de un amigo
en el entierro. (…) Un día cualquiera, un segundo idéntico al
anterior que en nada hacía presagiar que sería el último instante
de felicidad de su vida. Era absurdo pensarlo, pero si lo hubiera
sabido, si lo hubiera tan solo sospechado, aunque no hubiese podido
evitarlo, podría al menos haberlas abrazado con más fuerza,
decirles algo que no resultase tan vano, tan ridículo, tan
intrascendente como una discusión. Siempre queda algo por decir
cuando ya no queda tiempo para decirlo. (Página
13)
Pero,
a pesar de todo, la vida sigue abriéndose paso:
-No
creo que tu hija y tu merezcáis cargar con un cadáver.
-No
hables así. No estás muerto. Aunque quieras estarlo, lo cierto es
que sigues aquí. Alguna esperanza debes de conservar. (Página
205)
El
motor que mueve toda la historia, al igual que ocurre con las otras
novelas de Víctor del Árbol
(La tristeza del samurai y
Un millón de gotas) es la
venganza. Ansias de
venganza de Eduardo contra aquel que truncó la vida de su familia,
de Gloria contra el que arrebató al vida de su hijo o el Armenio que
también vio truncada su esperanza de futuro al morir en el mismo
atropello que el hijo de Gloria, su hija.
Casi
sin hablar de la novela y ya he mencionado varios personajes.
Imposible no hacerlo, porque Respirar por la herida es una novela
coral, repleta de personajes. ¿Secundarios? Ni mucho menos, porque
cada uno tiene su propia historia que tarde o temprano conoceremos.
Respirar
por la herida es un gran árbol con un gran tronco central
que es el atormentado personaje de Eduardo, más próximo a la muerte
que a la vida, inmerso en un juego como es la vida en el que no tiene
ganas de participar:
-Todos
tenemos algo que hacernos perdonar.
-No
puedes ver las cosas así, de ese modo tan distante.
-La
carne se pudre y se descompone, como los recuerdos. Eso es lo que yo
sé. Elena murió, y mi hija también. Y yo debería haber muerto con
ellas, pero no sucedió. Y nunca sabré por qué. Puede que todo sea
una simple moneda lanzada al aire, un juego en el que nunca sabes de
qué lado caerá la suerte.
-La
vida es mucho más que azar. Es el resultado de nuestros actos,
Eduardo. (Página 235)
De
este tronco principal van surgiendo pequeños brotes, nuevos
personajes que, uno a uno, cuando llega su momento, comienzan a
crecer. Conoceremos así su historia, cómo han llegado a formar
parte de la trama de la novela.
De
este modo terminaremos teniendo ante nosotros un frondosísimo árbol
en el que las ramas y las historias se entrecruzan pero en el que
hemos visto brotar cada hoja, cada rama, de modo que aunque al final
nos quede esa imagen del gran árbol, podremos presumir de conocer
cada detalle del mismo. Sin olvidarnos de un personaje muy peculiar que también interviene en la novela: el gato chino de la suerte.
Personajes
variopintos, pero sobre todo muy
reales, creíbles en todo momento, desde Gloria la música
que encarga el retrato, pasando por su hijo, un hijo que esconde
oscuras parcelas en su vida, el padre del muchacho, que es un
conocido cineasta, Arthur el empresario con un oscuro pasado y una
historia de amor con su mujer que ahora está en un sanatorio
psiquiátrico, El Armenio un presidiario que quiere acabar con la
vida de Arthur por haber matado a su hija, Graciela, la casera de
Eduardo que está enamorada de él, Sara su hija con problemas desde
su nacimiento, Who un joven de origen chino que “vende” su amor,
Mein la joven de la que está enamorado, Chang, al que debe
obediencia y Maribel su madre adoptiva. Sin olvidarnos de Ibrahim,
compañero de celda de Arthur.
Pero
si tengo que elegir a uno solo de esos personajes secundarios, me
quedo con Guzmán, un ex agente de la DINA que juega un peculiar
papel en toda esta historia:
Guzmán
vivía de la violencia y en la violencia como su único paisaje
posible. No había nada que Dámaso o sus poderosos amigos pudieran
hacerle o quitarle que no le hubiesen hecho o quitado ya.
(Página 310)
No hay maniqueismo en la novela, porque a pesar de que abundan personajes con una buena dosis de maldad, todos tienen algo que los hace humanos, todos, incluido Guzmán, tienen su lado bueno, tienen un corazón que es capaz de amar.
IMPRESIÓN
PERSONAL
De
las cuatro novelas que ha escrito hasta el momento Víctor
del Árbol he leído tres y tengo pendiente la primera
que publicó, aunque no creo que pase de este año porque la tengo en
la estantería. Respirar por la herida no ha sido la excepción y,
como todas ellas, ha tenido la máxima calificación. Teniendo en
cuanto que no prodigo los dieces, indica hasta qué punto Víctor
del Árbol mantiene
su calidad novela tras novela.
Probablemente
me haya gustado más como historia Un
millón de gotas, pero como estructura y creación
literaria me quedo sin duda con Respirar por la herida, capaz de
sumergirnos en un universo ingente de personajes consiguiendo
personalizar la historia de cada uno, hacernos vivir su vida y
sentirlos como personas reales.
Tiene
también ese poso de tristeza
que dejan las novelas del autor, algo que debería ser incompatible
con su abierta sonrisa, pero no por ello es una tristeza derrotista,
porque deja abierto un resquicio de esperanza a través de alguno de
sus personajes, capaz de escapar de esa espiral de violencia y
sinsentido en que se convierte para muchos la vida.
Pocas
novelas me atrevo a calificar como de imprescindible lectura, pero
una de esas excepciones es sin duda Respirar por la herida. Una
lectura que, eso sí, requiere un momento oportuno de complicidad por
parte del lector, para asimilar ese amargo de sabor que tienen la
derrota y la venganza.