Esperando
que sea la hora frente a un reloj parado
Título:
Relojes muertos
Autor:
Eva María Medina
Editorial
Playa de Akaba
Encuadernación:
Tapa blanda
Páginas:
165
PVP:
15,00€
EVA
MARÍA MEDINA
Eva
María Medina (Madrid, 1971) es licenciada en Filología Inglesa
por la Universidad Complutense de Madrid. Autora del libro de relatos
Sombras (Editorial Groenlandia 2013), y coautora de Relatos
en Libertad (editado por Anuesca, 2014) y de Letras
Adolescentes (Colección Especiales, Editorial Letralia, 2012).
Ha
obtenido diversos premios literarios por sus cuentos, que han sido
publicados en distintas revistas literarias españolas y
latinoamericanas, y en diversas antologías. La revista La Ira de
Morfeo editó un número especial con algunos de sus relatos.
Relojes
muertos es su primera novela. En la actualidad está ultimando la
escritura de su segunda novela, Asesinos de palomas.
ARGUMENTO
Esta
es la historia de un hombre que es ingresado en un hospital
psiquiátrico y del que sale unos meses después tras haber trabado
amistad con Gregorio, uno de los internos, Herminia, la abuela que va
a visitar a pacientes a los que adopta como sus hijos o Elena, amiga
de la novia de Gregorio que acaba convertida en su compañera.
Una
historia en la que podemos asistir al complicado proceso mental de un
hombre que va perdiendo contacto con la realidad.
RELOJES
MUERTOS
Me
llegó la propuesta de la autora para leer y reseñar esta novela,
que venía con la garantía del ser editada por Playa
de Akaba, el sello editorial de Lorenzo
Silva, toda una garantía para mi.
Hay
libros cuya finalidad es ayudarnos a huir de la realidad cotidiana,
de hacernos vivir otras vidas y aventuras que nos permitan hacer más
llevadero nuestro día a día. En cambio otros suponen, lejos de una
divertida evasión, una inmersión en
la cruda realidad. Ese es el caso de Relojes
muertos, que nos sumerge en la mente de un hombre
que precisamente está perdiendo ese contacto con la realidad. Un
hombre que ingresó en un psiquiátrico y a la salida del mismo no es
capaz de recordar que fue de su desaparecida amiga Sara, cuando el
ingresó con las manos manchadas de sangre.
En
ningún momento se nos dice el motivo del ingreso en el hospital ni
cuál es el mal que aqueja a nuestro protagonista. No es necesario,
porque el libro prácticamente arranca con estas palabras que ya nos
ponen de manifiesto el claro desequilibrio que padece:
En
el baño me fijé en mis ojos. El negro de pupilas
ensanchándose. Surgieron más: grandes, pequeños, miopes,
alargados. Estos ojos me observaban. ¿Dónde está la verdad?, ¿soy
yo verdad? Intenté no pensar en ello, pero esas figuras parecían
escrutarme. ¿Vemos realmente la imagen de lo que somos? Espejos
cóncavos, convexos. Engaños de la mente, espejos que distorsionan
las formas. (Página 15)
Tampoco
se nos cuenta por qué recibe el alta, porque según vamos leyendo la
novela está claro que no sólo no está curado, sino que poco a poco
su estado va empeorando,que sus pensamientos pasan de la lucidez
extrema al mayor de los oscurantismos. Pensamientos cada vez más
opresivos.
Todo
ello narrado con un lenguaje cargado de adjetivos. Ese lenguaje que
se aplica en terapias en las que se insta a los pacientes a que
describan del modo más rico posible, con el mayor número de
comparaciones su estado de ánimo, los sentimientos que en cada
momento tienen:
Después
me vino el aturdimiento, seguido de pensamientos fúnebres. Todo lo
veía gris, frío, distante. (Página 101)
El
lenguaje. ¡Qué importante es en esta novela! No se trata
ya solo de los pensamientos del protagonista, sino de las
descripciones que en general se hace, cargado de comparaciones muy
peculiares que colaboran a crear el peculiar clima de esta novela:
El
ascensor descendió como si un ataúd bajara a su incineración.
(Página 118)
O
esta otra en la que no puedo evitar pensar que la autora está
pensando en Madrid:
Miré
por la ventana. Oscuridad sucia, de ciudad. (Página
49).
Inserta
en la propia narración, aparecen algunos fragmentos de aquello que
el protagonista en un momento dado comienza a escribir: un cuento que
le inspira su vecino, al que espía contemplando un reloj parado y
que le inspira historias a cuál más inquietante:
Un
hombre está leyendo. Le molesta el ruido que hace el reloj de la
pared. Se le hace insoportable. Ese tic tac repetitivo, monótono.
Cuando no aguanta más lo tira al suelo, destrozándolo. Vuelve a
leer. No puede concentrarse. Echa de menos ese ruido que antes le
desesperaba. Levanta el reloj y coge los trozos, poniéndolos en su
sitio, Las manillas marcan la hora a la que se detuvo. Once menos
cuarto. Se
sienta frente a él y espera que sea la hora.
(Página 63)
IMPRESION
PERSONAL
Relojes
muertos me ha dejado impresionado. Por la historia que nos narra, por
el lenguaje que emplea, por el modo en que se nos describe. ¿Es
posible introducirse en el cerebro de un loco? Y utilizo
la palabra loco a sabiendas de que no es la correcta. La locura, la
esquizofrenia (aunque en ningún momento se usa este término es sin
duda una parte del problema que tiene nuestro personaje) no es otra
cosa que un complejo trastorno en gran parte provocado por una
deficiencia (por defecto o por exceso) en los neurotransmisores, que
desemboca en un comportamiento anómalo, con alucinaciones visuales
y/o auditivas como las que sufre el protagonista de Relojes muertos.
Eva
María Medina, al narrar en primera persona, consigue que
nos sintamos en el cerebro enfermo de este hombre, que sintamos su
angustia, su sufrimiento, su lucidez (la locura no es sinónimo de
estupidez), sus afanes, sus miedos...
Leyendo
Relojes muertos, me queda
muy claro por qué Eva María Medina
ha ganado premios por su cuentos, porque dentro de la novela como
decía hay atisbos de relatos apenas esbozados que nos demuestran
hasta que punto domina ese género la autora, aunque en esta ocasión
se haya decantado por una novela.
Una
novela que es corta, poco más de ciento sesenta páginas.
Suficientes. Muchas más probablemente hubieran sido difíciles de
digerir para el lector. Porque Relojes
muertos no es una novela
apta para cualquier paladar. Y no lo es por tener escenas
de sexo o violencia, sino porque enfrenta al lector con sus propios
demonios interiores, porque nos muestra que la línea divisoria entre
locura y lucide puede ser un mero convencionalismo, porque la visión
del sufrimiento de una mente enferma es en muchos momentos
asfixiante.
Pero
al mismo tiempo, ese es un motivo por el que deben acercarse a
Relojes muertos los amantes de la buena literatura, aquellos que
quieran encontrar un texto diferente, con la
mejor descripción de la locura que haya podido leer:
precisa, concisa, rica en adjetivos y en imágenes comparativas.
Gracias
a Eva María Medina por
facilitarme un ejemplar de Relojes
muertos para su lectura y reseña.
Tiene pinta de ser un libro muy interesante, he estudiado mucho ese tema y me llama mucho, anotado queda, besotes!
ResponderEliminarLO anoto aunque acabo de terminar un libro también "espeso" y necesito relajar la mente. De vez en cuando este tipo de lecturas está muy bien :)
ResponderEliminarBs.
Mil gracias por tu reseña, Pedro, me ha encantado. Gracias por tus palabras, por tu entusiasmo al reseñarla, por considerarla "la mejor descripción de la locura que haya podido leer". Gracias, de corazón.
ResponderEliminarEva.
Pues no lo conocía pero tiene buena pinta!
ResponderEliminar¡Qué bien! Me quedo con tus conclusiones finales. Solo te he leído sesgadamente porque lo tengo en casa y pensaba leerlo este mes.
ResponderEliminarEs la primera reseña que leo de este libro y tiene muy buena pinta. Lo tendré en cuenta para futuras lecturas...
ResponderEliminarBesotes!!!
Un libro interesante en el que ya me había fijado
ResponderEliminarGracias por compartir esta interesante propuesta literaria! No la conocía, por lo que anotada queda para darle una oportunidad cuando llegue el momento.
ResponderEliminarUn saludo!
Me lo llevo Pedro! Sé que en casa lo vamos a disfrutar ambos!
ResponderEliminarUn libro muy interesante a ver si tengo suerte y me toca en el sorteo de leyendo en el bus, besos
ResponderEliminarNo lo conocía, me lo llevo apuntado =)
ResponderEliminarBesotes
La novela tiene muy buena pinta. Las líneas divisorias en general (o en este caso entre locura y lucidez como comentas) son tan finas que nunca sabes en qué parte estás.
ResponderEliminarUn saludo.