jueves, 19 de febrero de 2015

RELOJES MUERTOS (EVA MARÍA MEDINA)

Esperando que sea la hora frente a un reloj parado




FICHA TÉCNICA

Título: Relojes muertos
Autor: Eva María Medina
Editorial Playa de Akaba
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 165
PVP: 15,00€






EVA MARÍA MEDINA

Eva María Medina (Madrid, 1971) es licenciada en Filología Inglesa por la Universidad Complutense de Madrid. Autora del libro de relatos Sombras (Editorial Groenlandia 2013), y coautora de Relatos en Libertad (editado por Anuesca, 2014) y de Letras Adolescentes (Colección Especiales, Editorial Letralia, 2012).
Ha obtenido diversos premios literarios por sus cuentos, que han sido publicados en distintas revistas literarias españolas y latinoamericanas, y en diversas antologías. La revista La Ira de Morfeo editó un número especial con algunos de sus relatos.
Relojes muertos es su primera novela. En la actualidad está ultimando la escritura de su segunda novela, Asesinos de palomas.






ARGUMENTO

Esta es la historia de un hombre que es ingresado en un hospital psiquiátrico y del que sale unos meses después tras haber trabado amistad con Gregorio, uno de los internos, Herminia, la abuela que va a visitar a pacientes a los que adopta como sus hijos o Elena, amiga de la novia de Gregorio que acaba convertida en su compañera.
Una historia en la que podemos asistir al complicado proceso mental de un hombre que va perdiendo contacto con la realidad.








RELOJES MUERTOS

Me llegó la propuesta de la autora para leer y reseñar esta novela, que venía con la garantía del ser editada por Playa de Akaba, el sello editorial de Lorenzo Silva, toda una garantía para mi.
Hay libros cuya finalidad es ayudarnos a huir de la realidad cotidiana, de hacernos vivir otras vidas y aventuras que nos permitan hacer más llevadero nuestro día a día. En cambio otros suponen, lejos de una divertida evasión, una inmersión en la cruda realidad. Ese es el caso de Relojes muertos, que nos sumerge en la mente de un hombre que precisamente está perdiendo ese contacto con la realidad. Un hombre que ingresó en un psiquiátrico y a la salida del mismo no es capaz de recordar que fue de su desaparecida amiga Sara, cuando el ingresó con las manos manchadas de sangre.

En ningún momento se nos dice el motivo del ingreso en el hospital ni cuál es el mal que aqueja a nuestro protagonista. No es necesario, porque el libro prácticamente arranca con estas palabras que ya nos ponen de manifiesto el claro desequilibrio que padece:
En el baño me fijé en mis ojos. El negro de pupilas ensanchándose. Surgieron más: grandes, pequeños, miopes, alargados. Estos ojos me observaban. ¿Dónde está la verdad?, ¿soy yo verdad? Intenté no pensar en ello, pero esas figuras parecían escrutarme. ¿Vemos realmente la imagen de lo que somos? Espejos cóncavos, convexos. Engaños de la mente, espejos que distorsionan las formas. (Página 15)

Tampoco se nos cuenta por qué recibe el alta, porque según vamos leyendo la novela está claro que no sólo no está curado, sino que poco a poco su estado va empeorando,que sus pensamientos pasan de la lucidez extrema al mayor de los oscurantismos. Pensamientos cada vez más opresivos.
Todo ello narrado con un lenguaje cargado de adjetivos. Ese lenguaje que se aplica en terapias en las que se insta a los pacientes a que describan del modo más rico posible, con el mayor número de comparaciones su estado de ánimo, los sentimientos que en cada momento tienen:
Después me vino el aturdimiento, seguido de pensamientos fúnebres. Todo lo veía gris, frío, distante. (Página 101)

El lenguaje. ¡Qué importante es en esta novela! No se trata ya solo de los pensamientos del protagonista, sino de las descripciones que en general se hace, cargado de comparaciones muy peculiares que colaboran a crear el peculiar clima de esta novela:
El ascensor descendió como si un ataúd bajara a su incineración. (Página 118)

O esta otra en la que no puedo evitar pensar que la autora está pensando en Madrid:
Miré por la ventana. Oscuridad sucia, de ciudad. (Página 49).

Inserta en la propia narración, aparecen algunos fragmentos de aquello que el protagonista en un momento dado comienza a escribir: un cuento que le inspira su vecino, al que espía contemplando un reloj parado y que le inspira historias a cuál más inquietante:
Un hombre está leyendo. Le molesta el ruido que hace el reloj de la pared. Se le hace insoportable. Ese tic tac repetitivo, monótono. Cuando no aguanta más lo tira al suelo, destrozándolo. Vuelve a leer. No puede concentrarse. Echa de menos ese ruido que antes le desesperaba. Levanta el reloj y coge los trozos, poniéndolos en su sitio, Las manillas marcan la hora a la que se detuvo. Once menos cuarto. Se sienta frente a él y espera que sea la hora. (Página 63)






IMPRESION PERSONAL

Relojes muertos me ha dejado impresionado. Por la historia que nos narra, por el lenguaje que emplea, por el modo en que se nos describe. ¿Es posible introducirse en el cerebro de un loco? Y utilizo la palabra loco a sabiendas de que no es la correcta. La locura, la esquizofrenia (aunque en ningún momento se usa este término es sin duda una parte del problema que tiene nuestro personaje) no es otra cosa que un complejo trastorno en gran parte provocado por una deficiencia (por defecto o por exceso) en los neurotransmisores, que desemboca en un comportamiento anómalo, con alucinaciones visuales y/o auditivas como las que sufre el protagonista de Relojes muertos.
Eva María Medina, al narrar en primera persona, consigue que nos sintamos en el cerebro enfermo de este hombre, que sintamos su angustia, su sufrimiento, su lucidez (la locura no es sinónimo de estupidez), sus afanes, sus miedos...

Leyendo Relojes muertos, me queda muy claro por qué Eva María Medina ha ganado premios por su cuentos, porque dentro de la novela como decía hay atisbos de relatos apenas esbozados que nos demuestran hasta que punto domina ese género la autora, aunque en esta ocasión se haya decantado por una novela.
Una novela que es corta, poco más de ciento sesenta páginas. Suficientes. Muchas más probablemente hubieran sido difíciles de digerir para el lector. Porque Relojes muertos no es una novela apta para cualquier paladar. Y no lo es por tener escenas de sexo o violencia, sino porque enfrenta al lector con sus propios demonios interiores, porque nos muestra que la línea divisoria entre locura y lucide puede ser un mero convencionalismo, porque la visión del sufrimiento de una mente enferma es en muchos momentos asfixiante.
Pero al mismo tiempo, ese es un motivo por el que deben acercarse a Relojes muertos los amantes de la buena literatura, aquellos que quieran encontrar un texto diferente, con la mejor descripción de la locura que haya podido leer: precisa, concisa, rica en adjetivos y en imágenes comparativas.





Gracias a Eva María Medina por facilitarme un ejemplar de Relojes muertos para su lectura y reseña.






VALORACIÓN: 9/10



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12 comentarios:

  1. Tiene pinta de ser un libro muy interesante, he estudiado mucho ese tema y me llama mucho, anotado queda, besotes!

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  2. LO anoto aunque acabo de terminar un libro también "espeso" y necesito relajar la mente. De vez en cuando este tipo de lecturas está muy bien :)

    Bs.

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  3. Mil gracias por tu reseña, Pedro, me ha encantado. Gracias por tus palabras, por tu entusiasmo al reseñarla, por considerarla "la mejor descripción de la locura que haya podido leer". Gracias, de corazón.
    Eva.

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  4. ¡Qué bien! Me quedo con tus conclusiones finales. Solo te he leído sesgadamente porque lo tengo en casa y pensaba leerlo este mes.

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  5. Es la primera reseña que leo de este libro y tiene muy buena pinta. Lo tendré en cuenta para futuras lecturas...
    Besotes!!!

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  6. Un libro interesante en el que ya me había fijado

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  7. Gracias por compartir esta interesante propuesta literaria! No la conocía, por lo que anotada queda para darle una oportunidad cuando llegue el momento.

    Un saludo!

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  8. Me lo llevo Pedro! Sé que en casa lo vamos a disfrutar ambos!

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  9. Un libro muy interesante a ver si tengo suerte y me toca en el sorteo de leyendo en el bus, besos

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  10. No lo conocía, me lo llevo apuntado =)

    Besotes

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  11. La novela tiene muy buena pinta. Las líneas divisorias en general (o en este caso entre locura y lucidez como comentas) son tan finas que nunca sabes en qué parte estás.

    Un saludo.

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