Capítulo
VI. Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron
en la librería de nuestro ingenioso hidalgo.
Tenemos
al pobre Don Quijote molido a palos en su cama, mientras el cura, el
barbero, su sobrina y su ama quieren poner remedio a todos sus males
futuros. Y como la culpa nunca cae al suelo sino que hay alguien que
la recoge por el camino, los libros son condenados como los
responsables del lamentable estado en el que se encuentra Don
Quijote.
Sigue
a continuación una de los episodios que más desconcertados me han
dejado siempre de esta novela. Porque por malos que sean los libros,
la escena del ama tirando los libros por la ventana para hacer con
ellos un montón y quemarlos me trae a la memoria episodios
posteriores de la vida real, con la inquisición haciendo autos de fe
con los libros y quemándolos públicamente, o más recientemente con
esas piras organizadas por los nazis.
No —dijo la sobrina—, no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores; mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, y hacer un rimero dellos y pegarles fuego; y si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo. Lo mismo dijo el ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos inocentes.
No es cierto que no se perdone ninguno, porque Amadis de Gaula y alguno más se libran de la quema. Bien es cierto que en este episodio, metaliteratura pura y dura en la que se pasa revista a toda la literatura de caballerías de aquella época, me queda claro que no hacía falta tanto fuego, pues el mismo tiempo se ha encargado de borrar de la faz de la tierra dichos libros, del que apenas queda recuerdo de alguno como el del mencionado Amadis de Gaula o Tirant le Blanc.
Aunque
no sólo irán a parar a la hoguera los libros de caballería, Junto
a ellos están también los libros de poesía. Y si peligroso es un
caballero andante, no menos peligroso puede ser un poeta, por lo que
aplicando aquello de mejor es prevenir que curar (como véis la
medicina preventiva no es cosa nueva), harán compañía buena parte
de dichos libros (también se salva alguno) los de caballerías en
la hoguera.
Y, lo que sería peor, hacerse poeta; que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza.
Pobres libros!
ResponderEliminarNo sé quien está pero de la cabeza, si el Quijote o los demás :(((
ResponderEliminarBuenas noches
Pues sí, no hacía falta quemarlos. El tiempo siempre pone a cada uno en su sitio...
ResponderEliminarBesotes!!!
Y a mí que no termina de gustarme el hecho de leer el Quijote. Me da que me niego a ello por cabezota. jejeje
ResponderEliminarUn besote.
Parece que Cervantes tenía bastante claro qué libros pasarían a la posteridad.
ResponderEliminar¡Qué pena de hoguera! Besos
Veo que vas a buen ritmo con tu reto quijotesco.
ResponderEliminarLo pase fatal por los pobrecillos libros..
ResponderEliminarQuemar libros es un sacrilegio.
ResponderEliminarQue pna me ha dado quemar esos libros
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