Poderoso caballero es Don Dinero
FICHA TÉCNICA
Autor: Arturo Pérez-Reverte
Título: El oro del rey
Editorial: Alfaguara (2000)
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 277
PVP: 9,99 €
ARTURO PÉREZ-REVERTE
De toda su narrativa (veintitrés novelas incluidas las de la serie Alatriste), sólo hay tres novelas que no he leído El húsar, Un asunto de honor y Cabo Trafalgar (esta última no tengo ninguna intención de leerla, que parece ser lo más aburrido de todo lo que ha escrito). Son por tanto diecinueve novelas, veinte con esta última las que he leído del autor, que para no caerme bien, no podrá decir que no estoy entre sus incondicionales.
Una característica tienen en común, incluidas las de la serie del Capitán Alatriste las novelas de Arturo Pérez-Reverte: Se dividen en dos tipos, las novelas que acaban mal y las que acaban muy mal.
Por lo visto el propósito inicial de Pérez Reverte cuando empezó a escribir estos libros, era hacer de la historia algo agradable y atractivo, que apeteciese conocerla. Y creo que realmente lo ha conseguido. Y ha sido así como lo que iba a ser una novela, ya ha alcanzado la cifra de siete:
-El Capitán Alatriste
-Limpieza de sangre
-El sol de Breda
-El oro del rey
-El caballero del jubón amarillo
-Corsarios de Levante
-El puente de los asesinos
ARGUMENTO
«-Habrá que matar -dijo Francisco de Quevedo-. Y puede que mucho.
-Solo tengo dos manos -respondió Alatriste.
-Cuatro -apunté yo.»
El capitán Alatriste junto al joven mochilero Íñigo Balboa están de regreso en España tras participar en el asalto y la rendición de Breda (ver El sol de Breda). Les espera Don Francisco de Quevedo para enredarles en una nueva aventura.
Corre el año 1626 y en Sevilla, habrán de realizar un peligroso trabajo para el rey: recuperar para la corona un oro que están intentando pasar de contrabando importantes personalidades del reino.
EL ORO DEL REY
En versos de Quevedo que aparecen en esta novela:
«Son sus padres principales,
y es de noble descendiente,
porque en las venas de oriente
todas las sangres son reales;
y pues es quien hace iguales
al duque y al ganadero,
poderoso caballero
es don Dinero.»
Si
las dos primeras entregas habían tenido como paisaje de fondo Madrid y
la tercera Flandes, en esta cuarta Arturo Pérez-Reverte nos lleva a la
Sevilla del año 1626. Sevilla, la puerta de entrada del oro y la plata
que vienen de las Indias. Un oro y una plata que poco van a remediar las
necesidades del pueblo, pero esenciales para que no se hunda la corona
endeudada hasta las cejas (para que luego hablemos ahora de la deuda
española) para poder pagar sus tropas, combatiendo por el universo
entero para conquistar nuevas tierras o para defender la religión
verdadera (esto último no es una afirmación mía, sino el motivo por el
que los reyes españoles llevaban años luchando en Europa)
Mucho oro y
mucha plata. Por tanto muchos intereses, mucho dinero que se mueve de
una mano a otra. Y tanto dinero conlleva un altísimo grado de
corrupción, de funcionarios que se dejan comprar para mirar a otro lado y
que entre sin pagar impuestos ni dar su parte a la corona parte del oro
que de América viene.Y junto a este mundo de altas finanzas y corruptelas, Sevilla, la ciudad de los pícaros, de matones que se buscan la vida. Y entre ellos ha de reclutar Alatriste sus compañeros de aventura, aquellos con los que va a acometer la misión de atacar un barco en el que se encuentra un auténtico tesoro real.
Quiero dejar constancia de que este libro terminó de escribirse en el año 2000, en pleno auge de la economía española, cuando las sombras de la crisis ni se intuían. De ahí que puedan sonar casi proféticas las palabras de Reverte (su pesimismo no es fruto de esta crisis):
«...la dolorosa certeza de que aquella pobre España nuestra, y el mismo Alatriste con ella, se deslizaba hacia un pozo sin fondo y sin esperanza del que nadie iba a sacarla ni a sacarnos, en mucho tiempo y muchos siglos.» (Página 33)
Como muy actual resulta también el siguiento comentario, aplicable por completo a la situación actual de España en lo tocante a corrupción:
«Muy cierta llega la asolación de la república el día que los vicios se vuelven costumbre; pues deja de tenerse por infame al vicioso y toda la bajeza se vuelve natural.» (Página 42)
ALATRISTE
Entre una entrega y otra, el tiempo va trascurriendo. Íñigo ya no es el inexperto y cándido niño que comenzó sus andanzas junto a Alatriste. La experiencia de Flandes le ha curtido. Y por si eso no fuera suficiente, en Sevilla va a participar como uno más en el asalto al barco.
Íñigo va creciendo en edad, altura, fuerza y mañas. Pero evidentemente en quien más se detiene el libro es en Alatriste, para el que el tiempo no pasa en vano:
«También, imagino, el capitán Alatriste se hacía viejo. No anciano, si entienden vuestras mercedes; pues en esa época -finales del primer cuarto cumplido del siglo- debía andar por los cuarenta y muy pocos años. Hablo de viejo por dentro cual corresponde a hombres que, como él, había peleado desde su mocedad por la verdadera religión sin obtener a cambio más que cicatrices, trabajos y miserias.» (Página 31)
Por si teníamos alguna duda de cuál es el final de la saga, este libro nos lo va a dejar muy claro. Un final coherente con la vida que hasta ese momento llevó Alatriste:
«El capitán habría de pelear más veces, cuando la vida nos puso en la ocasión ineludible de volver bajo las banderas españolas; hasta que, ya con el cabello y el mostacho grises, lo vi morir como lo había visto vivir; de pie, el acero en la mano y los ojos tranquilos e indiferentes, en la jornada de Rocroi, el día que la mejor infantería del mundo se dejó aniquilar, impasible, en un campo de batalla por ser fiel a su rey, a su leyenda y a su gloria.» (Página 32)
Un Alatriste que parece en principio un poco descolocado, como si se hubiera olvidado en Flandes de la realidad española:
«Sólo quiero saber de dónde vendrán las estocadas.
De cualquier sitio, como suelen. Ya no estáis en Flandes. Esto es España, capitán Alatriste.» (Página 52)
Cada nueva entrega de la serie, es una profundización en la personalidad de Alatriste, un detalle más para conocerlo mejor:
«Diego Alatriste seguía moviéndose a través de aquel páramo personal que era su vida, callado, solitario y egoísta, cerrado a todo lo que no fuese a la indiferencia lúcida de quien conoce el escaso trecho que media entre estar vivo y estar muerto. De quien mata por oficio para conservar el resuello, para comer caliente.» (Página 250)
O este comentario sobre su presunta seriedad:
«Si es posible, intenta sonreír un poco cuanto te vea el privado... Aunque pensándolo bien, mejor quédate serio...¡Una sonrisa tuya hace temer una estocada!» (Página 259)
Y termino este apartado con una reflexión sobre la condición del alma humana:
«Habría sido más llevadero, sin duda, que en lugar de la amarga lucidez que impregnaba cada uno de sus actos y pensamientos, el capitán Alatriste hubiera gozado de los dones magníficos de la estupidez, el fanatismo o la maldad. Porque sólo los estúpidos, los fanáticos o los canallas viven libres de fantasmas o de remordimientos.» (Pagina 251)
IMPRESIÓN PERSONAL
Aunque por un lado es un acierto trasladar la acción a Sevilla, no es menos cierto para mí que esta novela pierde un tanto frente a las anteriores porque no llego a conocer la geografía sevillana tanto como para hacerme una idea del espacio en el que desarrolla la acción.
Una acción que por otra parte es mucho más lenta que en las anteriores novelas, pues al margen de los capítulos finales con el asalto al barco o el episodio en los jardines de los Alcázares, me resulta excesivamente lenta.
Entiendo que esta novela sea necesaria para completar la visión de la España de comienzos del siglo XVII, pues toda España dependía del oro y la plata que entraban por Sevilla. Pero es una pena que por momentos me resultara aburrida. Menos mal que el trepidante final compensa la lentitud de alguno de los pasajes anteriores dejando al final un recuerdo de la novela que probablemente sea mejor de lo que había estado opinando durante toda la lectura de la misma.
Me sigue resultando sorprendente ver el paralelismo entre algunos de los sucesos de aquellos años y la situación actual de España, máxime como comentaba antes, cuando esta novela y buena parte del pesimismo de Alatriste no vienen de una época de crisis, sino que están escritas estas novelas en plena bonanza económica en España. ¿Profecía? En realidad no, simplemente se trata de saber que la historia se mueve en círculos, que detrás de las vacas gordas viene un periodo de vacas flacas, y que el carácter español con ese “No le pido a Dios que me dé, sino que me ponga donde haya (que ya me encargaré yo de coger)” parece impreso a fuego en nuestros genes.
Que no esté a la altura de las novelas anteriores de la serie, no debe ser obstáculo a los fieles de Alatriste para leer esta también.
VALORACIÓN: 7/10
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