La dependienta
Sayaka Murata
Título; La dependienta
Autor: Sayaka Murata
Editorial: Duomo
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 176
Esto es lo que la editorial nos cuenta de la autora:
Sayaka
Murata
es una de las voces contemporáneas más interesantes de Japón. Su obra ha
aparecido en la prestigiosa revista literaria Granta y en 2016 fue Mujer del
año según Vogue. Su décima novela, La dependienta, constituye su
debut en el mercado internacional gracias al premio literario más prestigioso
de Japón, el Akutagawa, que celebra voces tan importantes como la del premio
Nobel Kenzaburō Ōe.
ARGUMENTO de LA DEPENDIENTA
«Eres demasiado rara: una solterona de treinta y seis años probablemente virgen que trabaja por horas en una konbini, que día tras día se desgañita saludando a los clientes y que, a pesar de que parece gozar de buena salud, no tiene la menor intención de buscar un empleo estable. Eres un bicho raro». (Página 125)
Así es Keiko Furukura, una mujer que trabaja en una
konbini (tiendas que abren las veinticuatro horas del día y en las que puede
encontrarse de todo un poco). Pero ella no es como todos y un día decide
adaptarse para que puedan considerarla una persona “normal”.
LA DEPENDIENTA
Portada original |
Imaginad que un pequeño “super” del barrio tipo Día,
Ahorramas,
Carrefour
express que no cerrase en todo el día, porque ese es el tipo de
establecimiento al que equivale una japonesa, pusiera un anuncio ofreciendo un
empleo y que respondiese alguien contestando:
“Mujer soltera, sin hijos ni compromiso ofreces para
el puesto. Más de quince años ininterrumpidos de experiencia en dicho trabajo.
Solo trabajo por horas. Solo mañanas”.
Un chollo, a pesar de lo de querer trabajar por las
mañanas. Nada de un puesto fijo. No. Solo trabajo por horas. ¿Rarita no?
Podría caberte la duda de si eso es normal en Japón,
puesto que se trata de dos culturas muy diferentes. Pero no. Keiko nuestra
protagonista es considerada “rara” también por sus compatriotas. Aunque no
tanto porque tenga una auténtica vocación de dependienta, sino por lo de
soltera y sola. Hasta ella es consciente de que es un bicho raro, por lo que
decide integrarse mejor con el resto de sus compañeros:
«El mundo normal es un lugar muy exigente donde los cuerpos extraños son eliminados en silencio, las personas inmaduras son expulsadas.
Claro, por eso tenía que “curarme”. Si no me curaba, sería eliminada del grupo de la gente normal». (Página 87)
Portada internacional |
Con todo, no hay duda de que estamos tratando dos
culturas totalmente diferentes. En la nuestra ya tenemos un sabio refranero que
nos dice que “el hábito hace al monje”. Pero en esta novela vemos muy claro
como eso no es así en Japón, en la que parece que el uniforme imprime carácter.
«Independientemente de nuestro sexo, nuestra edad o nacionalidad, al ponernos el uniforme nos convertíamos en “dependientes” ya no había diferencias entre nosotros». (Página 48)
De todos modos, está claro de que rigen normas y
modelos de comportamiento diferentes. Si no, pensad en vuestra experiencia con
los empleados de cualquier cadena de este tipo de tiendas que conozcáis, que
por más uniforme que lleven, cada uno parece, como por otra parte es normal, de
su padre y su madre. Nada que ver con estos empleados que casi parecen robots
tan parecidos son unos a otros con el uniforme puesto:
«Nos vestimos y arreglamos según el modelo dibujado en un cartel, recogiéndonos el pelo si lo llevábamos largo y quitándonos relojes y accesorios. Después nos pusimos en fila, y aquellas personas que hasta entonces formábamos un grupo variopinto nos convertimos de pronto en “dependientes”». (Página 23)
Y algo de robot si que tiene en su personalidad Keiko,
que se ve a sí misma como una pieza de un engranaje. Un engranaje de algo que
está al servicio de los clientes y se llama konbini.
«Empezaba un nuevo día. Era la hora en que el mundo se despertaba y los engranajes de la sociedad empezaban a girar. Yo era uno de aquellos engranajes que giraban sin parar, una pieza del mundo encajada en esa franja del día que llamamos “mañana”». (Página 13)
Y ese sentirse parte de un engranaje es lo que le da
su seguridad a Keiko. Un espacio con normas claras de vestido y de
comportamiento y en el que sabe en todo momento lo que tiene que hacer.
«La tienda disponía de un manual impecable y me desenvolvía muy bien como dependienta, pero no tenía ni idea de cómo ser una persona normal en un lugar sin manual de instrucciones». (Página 29)
OPINIÓN PERSONAL
Nos dice la contraportada que La dependienta es una
visión hilarante de las expectativas de la sociedad hacia las mujeres solteras.
No hagáis caso a este
comentario, porque en ningún momento me ha parecido una novela “hilarante”. No
me he reído en ningún momento, puede que ni siquiera haya sonreído. No son esos
los sentimientos que en mí ha despertado esta novela con la que no tengo muy
claro si estoy ante una novela más o menos realista o ante un cuento.
Un cuento en el que se nos habla de alguien que es
diferente a los demás porque no busca su futuro en aquellos que todos consideran
“normal”: formar una familia, tener hijos y un buen trabajo.
Y sí, Keiko no es normal, no encaja con esos
parámetros de la sociedad. Pero no lo es porque ha ido un paso más allá de lo
que la sociedad requiere. Ella no quiere la individualidad, sino ser parte
perfecta en un engranaje al servicio de la sociedad como es una tienda. Una
tienda en la que ella siente, respira, todo lo que está ocurriendo,
anticipándose según el momento y la circunstancia del día a lo que los clientes
van a demandar de la tienda. O sea, un auténtico chollo para la tienda y la
sociedad.
La dependienta es una novela que en manos de otro escritor, muy bien
hubiera podido convertirse en una terrible distopía o en un cuento de terror a
lo Stephen King, porque Keiko está más allá de nuestra realidad. Parece una de
esas hormigas todas iguales entre sí, con una función que cumplir dentro del
hormiguero. Y no precisamente la de tener hijos, que eso queda para la reina.
Por eso más allá de la superficie, es una novela que
tras acabarla me ha dejado con un come-come interior de hacia qué tipo de
sociedad en cierto modo deshumanizada, todos iguales entre nosotros podríamos
avanzar. ¿Se trata solo de diferencias culturales entre la cultura japonesa y
la occidental? ¿O tal vez en el fondo ese sea el futuro de una humanidad en la
que cada uno sea un engranaje de un mecanismo puesto al servicio del bien
común?
Hilarante no es, ni mucho menos. Pero sí que es una
novela que te obliga a pensar cómo es y hacia dónde camina nuestra sociedad.
VALORACIÓN: 7/10
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Gracias por participar en la lectura conjunta. Más o menos,.coincidimos en impresiones
ResponderEliminarPues no sé, si me cruza por delante, seguramente la leería pero de momento la dejo pasar :)
ResponderEliminarBs.
Totalmente de acuerdo, a mí tampoco me ha parecido hilarante, pero es una lectura que se lee bastante bien, es entrenida y ágil.
ResponderEliminarBesos
Hilarante no me ha resultado tampoco. Es una lectura ligera, pero que al final sí te deja pensando.
ResponderEliminarBesotes!!!
Yo la leí hace unas semanas, y me encanto. Te hace pensar en cosas a las que no sueles darle importancia. Es bueno que haya este tipo de lecturas, que te hagan pensar.
ResponderEliminarSi se me cruza, no le diré que no, pero de entrada tampoco me llama especialmente.
ResponderEliminarBesotes
Las contraportadas, normalmente parecen escritas por alguien que nunca lee el libro o lo hace con poca atención. Por eso mismo me resultan divertidas. En cuanto a esta historia, lo de"hilarante"lo encontré en las anécdotas de cuando era niña. Me parecieron geniales. Sí, ya sé que pueden parecer un poco bestias, pero es que mi debilidad son las escritoras jponesas y su particular visión de la vida. La novela me encantó y espero que traduzcan las demás.
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