viernes, 24 de febrero de 2017

EL BALCÓN EN INVIERNO (LUIS LANDERO)

El balcón en invierno
Luis Landero



FICHA TÉCNICA

Título: El balcón en invierno
Autor: Luis Landero
Editorial: Tusquets, 2014
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 245
PVP: 17,00 €
Ebook: 8,07 €










LUIS LANDERO


Esto es lo que la editorial nos cuenta de él:

Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948) fue profesor de literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa), novela a la que siguieron Caballeros de fortunaEl mágico aprendizEl guitarrista, Hoy, JúpiterRetrato de un hombre inmaduroAbsoluciónEl balcón en invierno (Premio Libro del Año del Gremio de Libreros de Madrid y Premio Dulce Chacón) y La vida negociable.
Ha escrito además el ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida, y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero?







ARGUMENTO de EL BALCÓN EN INVIERNO


Asomado al balcón de su casa, esa frontera invisible entre el interior de la misma y el exterior de la calle, el autor reflexiona sobre la novela que está intentando escribir y que no termina de convencerle.
El balcón como metáfora entre el mundo y la vida interior, y el exterior o abrirnos a lo que nos rodea:
«Entonces sentí, pero con una intensidad nueva y juvenil, lo que ha he sentido otras veces, que la vida no está aquí, sentado ante un atril en la soledad del cuarto y rodeado de libros y papeles, sino ahí afuera, en el bicherío de la calle, en la efervescencia de lo público, en la prontitud de la acción, en el limpio y humilde batallar de los días». (Página 25)

Decide entonces mirar en su interior para contarnos cómo un niño de campo que se crio sin tener un solo libro, ha llegado a convertirse en escritor. Un retorno nostálgico a su infancia.






EL BALCÓN EN INVIERNO


El balcón en invierno es en primer lugar, la autobiografía de Luis Landero:
«¿Por qué te ha dado últimamente por preguntar tanto? Le dije que estaba escribiendo un libro sobre la vida de todos nosotros. Con lo mentiroso que has sido siempre, habrá que ver lo que cuentas ahí.No, esta vez no hay mentiras. Es un libro donde todo lo que se dice es verdad». (Página 212)

Aunque no va a narrarnos su vida completa, sino que va a centrarse fundamentalmente en su infancia y juventud, en aquello que le llevó de un niño de pueblo que no tenía libros, a un escritor:
«Sí, es absurdo, y aún más porque la tuya fue una niñez sin libros. Todos en tu familia, sin excepción eran campesinos. Tus padres, tus abuelos, tus tíos y hasta tus parientes más lejanos. Todos, Labradores, como se decía entonces para diferenciarlos de los grandes propietarios y de los jornaleros». (Página 43)


Una novela que por tanto lleva al autor de hablar de literatura, de lo que para él es y supone el proceso creativo:
«Inventar,  estructurar, me resulta fácil y divertido, casi un juego de niños, y ojalá que la literatura consistiera únicamente en eso, pero escribir ya es otro cantar. Escribir es lo más creativo, lo más gozoso, el soplo que da vida a las figuras aún inertes, lo que sería en el cine poner la cámara en acción o tomar sus pinceles el pintor tras algunos bocetos, pero también es lo más delicado y lo más arduo». (Página 21)

Nos hablará pues de qué supone para su vida la literatura:
«La propia escritura, a la que tanto quiero y temo, y la soledad y el amor innegociable a la libertad que este oficio requiere, me hacen a menudo fuerte, orgulloso, soberano y feliz. Señor de mi mismo. Mendigo que al tomar la pluma –varita mágica- despierta hecho rey, como en los cuentos populares». (Página 22)

Una vida que al final ha terminado dependiendo de la escritura como experiencia vital:
«Porque, si abandonas la novela, me dije, ¿qué haces? Es decir, ¿qué escribes? Porque no sabes vivir sin escribir. No sabes». (Página 26)

Una biografía que nos lleva desde su pequeño pueblo a los extrarradios de Madrid, concretamente al barrio de la Prosperidad:
«Entonces Madrid acababa como quien dice allí, en el barrio de la Prosperidad. Más allá, hacia el aeropuerto de Barajas, había edificios aislados, algunas casas pequeñas y pueblerinas, merenderos con emparrados y el juego de la rana en la puerta, descampados, montones de basura y de ripio, terraplenes, campos de fútbol de tierra, cuevas donde vivían familias de gitanos». (Página 31)

Lo que probablemente más me ha llamado la atención del libro, es que El balcón en invierno es una novela que hay que leer con los sentidos:
«Fuera de eso (algún episodio excepcional), y salvo que se escriba, porque lo que no se escribe se pierde sin remedio, recordamos si acaso un olor, un sabor, un gesto, un rostro, la pesadumbre de una lejana tarde de lluvia, y a menudo queda tan solo una sensación casi inefable, una sensación que es la experiencia destilada en el alma y hecha ya sentimiento». (Página 116)

De un modo especial, es una novela que nos “obliga” a pensar en olores. En cierto modo, salvando las enormes distancias que hay entre ellas, me recordó a algunos pasajes de El perfume, que más que leerlos hay que olerlos
«Quiero acordarme y me acuerdo, pero no consigo llegar al fondo de aquel olor inolvidable. Olía a gaseosa, a cerveza y a vino a granel, a boquerones en vinagre, a gente abrigada y acatarrada, a carbonerías y a vaquerías, a zaguanes y a orines de gato, a pobres hervores de cocina, a caramelos medicinales, a ambientador barato de cine...» (Página 57)

No es una novela que haga crítica política ni social. No solo porque no le interesa ese tema al autor en sus recuerdos, sino porque por otra parte no era esa su experiencia de la niñez y la adolescencia, época a la que nos lleva la novela. Su día a día y sus preocupaciones no pasaban precisamente por la existencia o no de una dictadura de la que sí era consciente:
«¿No te gustaría ser jefe, ir a trabajar en coche?Pero yo odiaba a los jefes, y por lo mismo odiaba todos los trabajos porque en todos los trabajos había jefes. Yo sabía, sí, que vivíamos en una dictadura, pero a mí aquel dictador me parecía inofensivo e irreal al lado de los dictadores que había tenido que sufrir y sufría cada día: mi padre, los capataces, los oficiales, algunos profesores». (Página 81)

Lo cual no quita para que, en un momento dado, con sus recuerdos vívidos de la llegada de un pequeño pueblo a una gran capital en la que se desmoronó todo lo que de grande pensaba que había en su pueblo, no aproveche para lanzar un serio pullazo a los que no saben mirar más allá del ombligo de su pequeño espacio territorial:
«Quizá por esos tú comprendes bien el sentimiento infantil de ciertos nacionalismos, capaces de sublimar su aldea hasta convertirla también en el centro del mundo, y sus cosas en excluyentes y absolutas». (Página 74)

El balcón en invierno es sobre todo una mirada cargada de nostalgia al pasado. Una mirada a un mundo rural tan distinto del de la capital en la que vive ahora. Una mirada en la que es consciente de que él ha cambiado y ya no puede mirar las cosas como cuando era un niño y vivía inmerso en aquel ambiente:
«Más tarde comprendí que los campesinos, como también les ocurre a los niños, no saben lo que es la belleza campestre. Donde otros ven un paisaje, ellos solo ven un sembrado, una dehesa, un erial bueno para cabras, un cerro o un barbecho. No se han parado a contemplar la naturaleza, sino que viven revueltos, confundidos con ella». (página 182)

Una novela en la que cumple con las costumbres de su familia de hablar y hablar. Eso sí, por escrito y muy bien contado, que para algo Luis Landero ha sustituido la charla oral por la palabra escrita:
«En mi familia todos somos muy habladores, y algunos algo charlatanes, aunque con largas y malhumoradas rachas de silencio. Nos gusta mucho hablar, casi más que vivir. Y siempre le damos mil y mil vueltas a las cosas». (página 161)






IMPRESIÓN PERSONAL

El balcón en invierno es la primera novela que leo de Luis Landero. Y todo gracias a la Biblioteca Municipal de Móstoles que eligió esta novela para el Club de Lectura de febrero.
Cuando en una novela subrayo mucho (en realidad no subrayo sino que pongo pósit) es en general muy buena señal. Y lo cierto es que esta novela, pese a ser corta, ha acabado hasta arriba de ellos, tantas y tantas eran las cosas que me llamaban la atención de ella.
Una novela que, pese a que no tiene intriga se lee con suma rapidez y facilidad, sin duda gracias al lenguaje empleado por el autor, muy rico por otra parte en sustantivos.
Un ejercicio de nostalgia sin estridencias, sin grandes sucesos o acontecimientos, que me ha arrastrado a mí hacia olores y recuerdos del pasado, por más que nada tengan que ver con los del autor.
Una novela en fin, muy recomendable para hacer un breve alto en nuestro camino y seguir luego adelante.



Lectura facilitada por la Biblioteca Municipal de Móstoles





VALORACIÓN: 9/10


Si quieres comprar el libro, pincha en los enlaces:




4 comentarios:

  1. Me atrae muchísimo, me recuerda en algo a La Melodía del tiempo de Perales...decididamente tengo que hacerme con él.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Precisamente hace un rato he leído la magnífica entrevista que Marisa le ha hecho al autor. Un autor con el que no me he estrenado aún, y entre los dos me habéis convencido para ponerle remedio.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
  3. Muchisimas gracias por tu completa reseña, ha hecho que me pique la curiosidad tanto por el autor como por su novela. Me la apunto.

    Por cierto soy Pérfida
    Un saludo coleguita

    ResponderEliminar

Analytics