Al
que roba a un ladrón...
FICHA
TÉCNICA
Título:
Cien años de perdón
Autor:
Claudio Cerdán
Editorial:
Versátil
Encuadernación:
Tapa blanda
Páginas:
354
PVP:
17,00 €
CLAUDIO CERDÁN
Con su primera novela negra, El país de los ciegos, Claudio Cerdán (Yecla, 1981) ganó en 2012 el Premio Novelpol a la mejor novela negra del año, Con esa obra fue además finalista del XIII Premio Lengua de Trapo y del Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón.
Un año después vio la luz un nuevo título, si cabe más negro que el primero, Cien años de perdón (Versátil Ediciones, 2013), un thriller que quedó finalista de los Premios LeeMisterio,com 2013 como Mejor Novela, que fue recomendado por El País como una de las mejores novelas negras de 2013 y que acaba de ser nominada entre los finalistas del II Premio de Novela Pata Negra (Salamanca 2014)
Un mundo peor, fue una nueva incursión en el género policíaco que fue finalista del II Premio Valencia Negra a la mejor novela.
Su última novela se titula La revolución secreta.
Con anterioridad, Cerdán había publicado dos títulos de género fantástico (El Dios de los mutilados y Cicatrices), y en 2012 publicó en Francia La casa de chocolate, una inquietante novela aún inédita en español.
ARGUMENTO
El
inspector Ramos, un veterano del cuerpo de policía de Alicante
descubre investigando un caso, el cadáver de un hombre rodeado de
bolsas de basura que resultan estar repletas de dinero.
Todo
un botín que no está al alcance de sus manos pues pasa al
departamento de pruebas. La frustración que tiene tras tantos años
en el cuerpo, con una vida familiar que es un auténtico fracaso, le
lleva a preparar un plan para hacerse con ese dinero, casi un millón
de euros.
CIEN
AÑOS DE PERDÓN
Cien
años de perdón es la historia de una huida, la de un policía que
poco a poco ha ido deslizándose hacia la corrupción hasta llegar a
un punto en que ya no hay marcha atrás:
Yo
necesito dinero para escapar. Escapar de un trabajo anodino que me
cansa y me quema y me impide soñar y hasta respirar. Escapar de una
rutina tediosa rodeado de gentuza, de criminales, drogadictos y
putas. Necesito escapar de la sordidez de mi familia, con una mujer
que nunca en quiso y unos hijos a los que no conozco.
(Página 152)
Es
la historia del inspector Ramos, al que a sus espaldas, tanto
compañeros como confidentes, chorizos o prostitutas, conocen como
“mierda de perro”,
desde que una “cagada” hizo que tuviera que cambiar de destino:
Eligió
como destino Alicante, una ciudad que esperaba tranquila y soleada
pero que encontró artificial y corrupta. (Página
24)
Ese
es uno de los puntos fuertes de la novela: su localización,
que nos aleja de los clásicos escenarios de la novela negra, Madrid
o Barcelona, para trasladarnos hasta Alicante.
Un Alicante que no se contempla como un escenario idílico para
turistas, sino como describía el párrafo anterior una ciudad
corrupta. Con un Hotel que es la imagen gráfica de esa corrupción:
El
Melia Alicante lleva tanto tiempo junto a la costa que diría que
construyeron la playa a su alrededor y no al revés. La actual Ley de
Costas considera ilegales las casitas de pescadores de los años
cincuenta, pero nadie habla de la gran mole de hormigón que se
agazapa entre el Postiguet y el puerto deportivo.
(Página 104)
Lo
que diferencia a Cien años de perdón de la mayoría de las novelas
de género negro, es una despiadada descripción de la policía,
partiendo de un inspector que es un corrupto, que va realizando
pequeñas extorsiones aquí y allá. Cierto es que intenta
desentrañar crímenes, pero no lo es menos que los métodos o la
verdad no siempre son lo más importante:
Si
no es él, lo será. Necesitamos un culpable y por mis cojones que si
no lo encuentro me lo invento. (Página 32)
¿Un
hombre sin sentimientos? No exactamente, aunque así le vean sus
compañeros. EL problema es que aquello que siente, el fracaso de su
vida, de su matrimonio, quedan en su interior como una bomba de
relojería que está a punto de estallar.
-No
sabía que tuvieras sentimientos.
-Eso
es falso: a veces siento frío y otras, siento calor.
-Claro,
pero esto es... no sé... ¿humanidad?
-Le
quise rematar con una piedra, pero me sobornó para que no lo
hiciera. (Página 24)
Si
todo el problema se centrara exclusivamente en el inspector Ramos,
quizás la novela no fuera tan dura. Pero Ramos no es un caso
aislado, es una manera general de sentir por parte de todos sus
compañeros, amparados por un espíritu de cuerpo:
Somos
gente con pistola que camina entre la muchedumbre. Nos dan poder para
cuidar de los borregos porque ellos mismos no saben hacerlo. Y si no
cuidamos de nosotros, nadie lo hará. Así que ten mucho cuidado con
lo que vas a decir, porque si vendes a un compañero, nadie querrá
cubrite la espalda, ni mucho menos jugarse la vida por recuperar tu
cuerpo. (Página 341)
¿Ficción?
Eso me gustaría creer, aunque hay párrafos en los que la realidad
del día a día expresada en el lenguaje que podemos leer y escuchar
en los medios de comunicación son innegables:
La
policía es la reina del eufemismo. La violencia de género se usa
para no decir que a una mujer la han matado a hostias. Libre y
voluntariamente suele ir unido a una citación y a unos grilletes
bien gordos. Lo contrario sería resistencia activa del individuo,
que suele emplearse para obtener carta blanca para patearle la cara a
algún desgraciado. Acceso carnal es violación pura y dura. Ya no se
interroga sino que se toma declaración... (Página
270)
IMPRESIÓN
PERSONAL
Le
decía en un mensaje personal a Claudio
Cerdán, que tenía que recuperar del KO técnico en el
que me había sumido Cien años de
perdón.
No
es fácil conseguir que un lector queda atrapado entre la páginas de
una novela en la que su protagonista es en cierto modo repulsivo,
pero Claudio
Cerdán lo ha
conseguido, por lo menos conmigo.
Ramos,
“mierda de perro”, es mucho más mierda de lo que sus compañeros
pueden sospechar. Y quizás por ahí es por donde el autor consigue
engancharme, porque lejos de odiar al personaje, en muchos momentos
no he podido menos que sentir lástima por él, que no deja de ser
otra cosa que un fracasado, viviendo en un piso diminuto con una
familia que es una imagen de su fracaso como padre y como esposo.
A
estos personajes, que a pesar de ser en muchos momentos odiosos
(tampoco hay que perder de vista a Marc Fons, el compañero de
Antonio Ramos, puro músculo que no le permite mucho espacio para el
cerebro y que disfruta dando palizas), son tan humanos y reales que
no me queda otra que creérmelos, hay que unir una historia que es
puro
thriller, de
esos que están pidiendo a gritos ser llevados a la gran pantalla (no
sé por qué me vino constantemente la imagen José Coronado como la
del inspector Ramos).
Una historia que va
constantemente a más a medida que Ramos va hundiéndose en un pozo
de mierda del que parece imposible que pueda salir, del que incluso
como lector, no tenía en muchos momentos claros si quería que
saliera.
Una
lectura que, pese a tratarse de una novela anterior a las que ya
había leído, hace que apunte
definitivamente a Claudio
Cerdán entre
los autores de los que no estoy dispuesto a perderme sus nuevas
novelas.
Lectura
facilitada por la Biblioteca
Municipal de Móstoles.
VALORACIÓN: 9/10
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