El tango del bailarín de guante blanco
Hay autores que me caen bien, ya sea por conocerlos a través de entrevistas en radio o prensa, o por conocerlos (cosas de la tecnología moderna) a través de facebook. Eso hace que lea sus novelas con mayor indulgencia, lo cual también hace que las disfrute más.
Por contra, hay autores que me caen mal, por la imagen de prepotencia que transmiten o por otras circunstancias. Ese es el caso de Arturo Pérez-Reverte, que no me cae bien, a pesar de lo cual está entre mis autores favoritos. Un autor del que lo he leído casi todo.
Arturo Pérez-Reverte figura entre los autores de novela más conocidos y vendidos en España, sobre todo a partir de su serie del Capitán Alatriste, que dicho sea de paso, no es lo que más me gusta de él, aunque son de sus novelas más divertidas.
De toda su narrativa (veintitrés novelas incluidas las de la serie Alatriste), sólo hay tres novelas que no he leído El húsar, Un asunto de honor y Cabo Trafalgar (esta última no tengo ninguna intención de leerla, que parece ser lo más aburrido de todo lo que ha escrito). Son por tanto diecinueve novelas, veinte con esta última las que he leído del autor, que para no caerme bien, no podrá decir que no estoy entre sus incondicionales.
Una característica tienen en común, incluidas las de la serie del Capitán Alatriste las novelas de Arturo Pérez-Reverte: Se dividen en dos tipos, las novelas que acaban mal y las que acaban muy mal. A priori, con tango de por medio, ésta no puede resultar diferente.
«Cierta clase de hombres -y él era uno de ellos- no tenía más alternativa que los caminos sin retorno. Los viajes inciertos sin billete de vuelta.»
Hace ya casi cuarenta años, Max Costa era un bailarín profesional que a bordo del transatlántico Cap Polonio en travesía hasta Buenos Aires, entretenía a las mujeres y a las jóvenes hijas de los acaudalados hombres que viajaban en él, bailando en sus salones.
Es así como conoce a Menchu Inzunza, esposa de un afamado compositor que viaja en el barco, dando comienzo una apasionante historia de amor entre ellos.
Cuarenta años después, después de una vida con toda clase de altibajos, tras no haber conseguido sus metas en la vida, pero eso sí, tras haberla disfrutado profundamente, en el otoño de una vida que solo cabe interpretar como de fracaso, los caminos de Max y Mencha vuelven a cruzarse en un torneo de ajedrez de Sorrento al que ella acude con su hijo, gran campeón de dicho juego.
La novela es Arturo Pérez-Reverte en estado puro, con todas sus virtudes y todos sus defectos. Eso sí, un Arturo Pérez-Reverte con más experiencia, esa que dan los años y la vida. Tal vez por eso, esta novela que empezó en el año 1990 y de la que cuenta escribió apenas unas cuarenta páginas haya tenido que esperar otros veinte hasta que Pérez-Reverte ha tenido casi la misma edad que el protagonista (61 años del autor frente a 64 del protagonista)
Y como siempre, lo mejor son los personajes que dibuja el autor. No me refiero solo a los protagonistas, sino a todos y cada uno de los secundarios que pueblan esta novela, tan bien descritos que con apenas un par de pinceladas tenemos ante nuestros ojos un ser humano perfectamente identificable y lejos de los estereotipos habituales.
Con los personajes principales, esos trazos iniciales van completándose en sucesivas páginas hasta cargarlo de todo tipo de matices. Algo que además en este caso es aún más necesario porque entre las páginas iniciales del libro y las finales han pasado cuarenta años y muchas ha sido las vivencias que la vida han dado a los personajes y que inevitablemente les ha cambiado o modificado su carácter. Lejos queda ya aquel Max Costa, bailarín profesional, devenido en ladrón de guante blanco, que en el fondo no ha dejado de ser un pícaro del siglo XX, con el Max Costa superviviente de sus propios fracasos. Un Max Costa que:
Arrastra años y kilos de más, concluye. Quizá, también, vida de más.
Lejos están los tiempos de bailarín profesional, aquellos en que su belleza y su juventud todo lo podían:
«Tan guapo —añade—. Por Dios. Eras tan guapo… Tan prudente, tan canalla y tan guapo….»
Una vida que no le ha hecho precisamente resolver sus dudas
Una vida que no le ha hecho perder ese punto de cinismo y de ironía, con frases sacadas de ni el mismo sabe dónde, pero que aparecen en su boca en el momento más oportuno:
«¿Y la vejez?
No me preocupa. Tengo cosas de que ocuparme antes.»
Un Max Costa que es el compendio de todos los protagonistas revertianos. Max Costa es todos y cada uno de esos soldados, no siempre alistados en un ejército regular, que Arturo Pérez-Reverte nos ha ido presentando a lo largo de sus novelas. Max costa también fue soldado, pues por un espacio de tiempo para huir de unos problemillas con la justicia se apuntó en la Legión Extranjera y estuvo combatiendo en África tras el desastre de Annual.
«Creo que en el mundo de hoy la única libertad posible es la indiferencia. Por eso seguiré viviendo con mi sable y mi caballo.»
Max Costa es ese mismo soldado luchando batallas ajenas, luchando por conservar su vida y su dignidad, aún a sabiendas de que sólo le espera la derrota, que las fuerzas ya no le acompañan para semejante viaje. Es el Capitán Alatriste luchando una batalla que no va con él, el Capitán Pepe Lobo de El asedio librando su último combate naval, o Faulques el fotógrafo de guerra de El pintor de batallas que en realidad es un soldado que en lugar de su fusil dispara su cámara,
«¿Los del fracaso?… Replegándome despacio hasta donde me ves. Como un ejército derrotado que combate mientras se deshace poco a poco.»
Max lo asume todo con fatalismo:
«Cierta clase de hombres -y él era uno de ellos- no tenía más alternativa que los caminos sin retorno. Los viajes inciertos sin billete de vuelta.»
Menchu Inzunza es también una mujer revertiana, una de esas mujeres fatales que consiguen que por el amor que siente por ella Max Costa arriesgue todo su futuro. Como Lolita Palma, la aristocrática gaditana protagonista de El Asedio, esa mujer fatal, dueña final del destino final de los hombres que la rodean, como ocurría en La carta esférica o en la narcotraficante de La Reina del Sur, enviando a los hombres hacia la muerte.
El tango de la guardia vieja, al igual que ocurre con muchas de las novelas de Arturo Pérez-Reverte, es difícil de adscribir a un género novelístico concreto. Tiene su parte de novela histórica al descubrirnos el ambiente de unos años determinados, e incluso algunos de esos personajes aunque con los nombres cambiados son el calco de otros que existieron, como el banquero Ferriol, que en la novela es el banquero que sufragó los gastos de Franco para la guerra civil española y que ni siquiera intenta disimular que es la figura de Juan March.
Tiene también mucho de novela de intriga, especialmente en lo que hace referencia a toda la parte actual y la trama del mundo del ajedrez.
Es, como no, una novela de acción, de mucha acción en muchos momentos de la misma, como en esas buenas películas de ladrones de guante blanco y el subidón de adrenalina que provoca la tensión de si atraparán o no al ladrón con las manos en la masa (aunque sería más correcto decir en las joyas)
Pero ante todo es una novela de amor. De un amor que ninguno de sus protagonistas se atreve a reconocer, no digo ya al otro, sino a si mismos. Un amor cargado de pasión y de sexo. Y aquí, en las escenas de sexo es donde se descubre a un gran escritor, que no necesita recurrir a un sexo descriptivo y grosero para que podamos imaginarnos el altísimo voltaje de dichas escenas.
Vuelve Arturo Pérez Reverte a sus temas de siempre:
1.- El mar
El mar, tan amado y querido por el autor está omnipresente, como lo estaba también en El asedio en ese Cádiz cuya única salida era el mar, La Carta esférica con aquel antiguo marinero varado en tierra, La Reina del Sur con sua narcos cabalgando en motoras esquivando la muerte, Trafalgar con la batalla del mismo nombre, o en menor medida en el farero de El pintor de batallas.
Un mar que atraviesan a bordo del Cap Polonio, un transatlántico que hacía la ruta hasta Buenos Aires y que realmente existió. Un mar presente en los puertos de Niza y Sorento en los que transcurre la acción.
2.- El ajedrez
Curiosamente esta novela comenzó a escribirse después de La tabla de Flandes en que un cuadro con un ajedrez era el eje argumental de la novela.
Pero también podíamos ver el ajedrez en El asedio, con Cádiz como un tablero de ajedrez, a la búsqueda del asesino que usa Cádiz como su particular tablero. También en El asedio podíamos ver las partidas de ajedrez en las que Hipólito Barrul siempre aniquila al comisario Rogelio Tizón.
3.- El tango
¿Dispuesto a asistir a una clase de tango? Porque el tango es mucho más que un baile, es todo un sentimiento. Si bien en esta novela descubrimos que poco tiene que ver el tango que conocemos hoy día, el mismo del que nos hablan los protagonistas, que aquel original. Me gusta esta definición que al tango se da en la novela:
«El tango sentimental, siguió contando Max, era un fenómeno reciente. Fue Gardel quien popularizó esas letras lloronas, llenando el tango de malevos cornudos y mujeres perdidas. En su voz, el cinismo del rufián se había hecho lágrimas y melancolía. Cosa de poetas.»
Tango que está cargado de pasión y sexo, hasta el punto de que al principio no era admitido por las clases “bien” de la sociedad. Tango que es batalla de sexos en la que el varón domina, pero es la mujer la que seduce. Tangos, de vida y de muerte
«Un amigo mío decía que hay tangos para sufrir, y tangos para matar… Los originales eran más bien de estos últimos.»
Creo que esta es una de las mejores novelas que Arturo Pérez-Reverte ha escrito.
Y eso ya es mucho decir. Lo tiene todo para atrapar al lector, desde
una trama muy conseguida con su toque de intriga y su mucha acción,
pasando por unos personajes magistralmente descritos, tanto
protagonistas como todo el que circula por la novela y sobre todo una
historia de amor inolvidable.
Una obra en la que se nota el paso de los años y la experiencia del autor que, no se si pretendiéndolo o sin pretenderlo, nos h dejado una de sus obras más nostálgicas. Tal vez por eso, esta obra no pudo escribirla como quiso hace veinte años:
«Siento nostalgia de mi juventud —responde—, o más bien de lo que esa juventud hacía posible… Por otra parte, he descubierto que el otoño tranquiliza. A mi edad hace sentirse a salvo, lejos de los sobresaltos que produce la primavera.»
Un libro imprescindible para todos aquellos que son seguidores de la narrativa de Pérez-Reverte. Porque al igual que su protagonista Max Costa, ciñe con su mano el talle de las mujeres y las conduce por la pista de baile con maestría hacia un mundo de nuevas sensaciones, Pérez-Reverte nos envuelve con su prosa para hacernos vibras, no con la música de un tango, sino con las peripecias de sus personajes, de la historia de amor entre Max Costa y Menchu Inzunza.
Editorial: Alfaguara
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 504
PVP: 21,00 €
Editorial: Punto de Lectura
Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
Páginas: 496
PVP: 10,99 €
VALORACIÓN: 10/10
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Hay autores que me caen bien, ya sea por conocerlos a través de entrevistas en radio o prensa, o por conocerlos (cosas de la tecnología moderna) a través de facebook. Eso hace que lea sus novelas con mayor indulgencia, lo cual también hace que las disfrute más.
Por contra, hay autores que me caen mal, por la imagen de prepotencia que transmiten o por otras circunstancias. Ese es el caso de Arturo Pérez-Reverte, que no me cae bien, a pesar de lo cual está entre mis autores favoritos. Un autor del que lo he leído casi todo.
Arturo Pérez-Reverte figura entre los autores de novela más conocidos y vendidos en España, sobre todo a partir de su serie del Capitán Alatriste, que dicho sea de paso, no es lo que más me gusta de él, aunque son de sus novelas más divertidas.
De toda su narrativa (veintitrés novelas incluidas las de la serie Alatriste), sólo hay tres novelas que no he leído El húsar, Un asunto de honor y Cabo Trafalgar (esta última no tengo ninguna intención de leerla, que parece ser lo más aburrido de todo lo que ha escrito). Son por tanto diecinueve novelas, veinte con esta última las que he leído del autor, que para no caerme bien, no podrá decir que no estoy entre sus incondicionales.
Una característica tienen en común, incluidas las de la serie del Capitán Alatriste las novelas de Arturo Pérez-Reverte: Se dividen en dos tipos, las novelas que acaban mal y las que acaban muy mal. A priori, con tango de por medio, ésta no puede resultar diferente.
ARGUMENTO
«Cierta clase de hombres -y él era uno de ellos- no tenía más alternativa que los caminos sin retorno. Los viajes inciertos sin billete de vuelta.»
Tango |
Hace ya casi cuarenta años, Max Costa era un bailarín profesional que a bordo del transatlántico Cap Polonio en travesía hasta Buenos Aires, entretenía a las mujeres y a las jóvenes hijas de los acaudalados hombres que viajaban en él, bailando en sus salones.
Es así como conoce a Menchu Inzunza, esposa de un afamado compositor que viaja en el barco, dando comienzo una apasionante historia de amor entre ellos.
Cuarenta años después, después de una vida con toda clase de altibajos, tras no haber conseguido sus metas en la vida, pero eso sí, tras haberla disfrutado profundamente, en el otoño de una vida que solo cabe interpretar como de fracaso, los caminos de Max y Mencha vuelven a cruzarse en un torneo de ajedrez de Sorrento al que ella acude con su hijo, gran campeón de dicho juego.
LA NOVELA
La novela es Arturo Pérez-Reverte en estado puro, con todas sus virtudes y todos sus defectos. Eso sí, un Arturo Pérez-Reverte con más experiencia, esa que dan los años y la vida. Tal vez por eso, esta novela que empezó en el año 1990 y de la que cuenta escribió apenas unas cuarenta páginas haya tenido que esperar otros veinte hasta que Pérez-Reverte ha tenido casi la misma edad que el protagonista (61 años del autor frente a 64 del protagonista)
Y como siempre, lo mejor son los personajes que dibuja el autor. No me refiero solo a los protagonistas, sino a todos y cada uno de los secundarios que pueblan esta novela, tan bien descritos que con apenas un par de pinceladas tenemos ante nuestros ojos un ser humano perfectamente identificable y lejos de los estereotipos habituales.
Con los personajes principales, esos trazos iniciales van completándose en sucesivas páginas hasta cargarlo de todo tipo de matices. Algo que además en este caso es aún más necesario porque entre las páginas iniciales del libro y las finales han pasado cuarenta años y muchas ha sido las vivencias que la vida han dado a los personajes y que inevitablemente les ha cambiado o modificado su carácter. Lejos queda ya aquel Max Costa, bailarín profesional, devenido en ladrón de guante blanco, que en el fondo no ha dejado de ser un pícaro del siglo XX, con el Max Costa superviviente de sus propios fracasos. Un Max Costa que:
Arrastra años y kilos de más, concluye. Quizá, también, vida de más.
Lejos están los tiempos de bailarín profesional, aquellos en que su belleza y su juventud todo lo podían:
«Tan guapo —añade—. Por Dios. Eras tan guapo… Tan prudente, tan canalla y tan guapo….»
Una vida que no le ha hecho precisamente resolver sus dudas
«¿Tienes muchas certidumbres, Max?
Pocas. Sólo que los hombres dudan, recuerdan y mueren.»
Una vida que no le ha hecho perder ese punto de cinismo y de ironía, con frases sacadas de ni el mismo sabe dónde, pero que aparecen en su boca en el momento más oportuno:
«¿Y la vejez?
No me preocupa. Tengo cosas de que ocuparme antes.»
Un Max Costa que es el compendio de todos los protagonistas revertianos. Max Costa es todos y cada uno de esos soldados, no siempre alistados en un ejército regular, que Arturo Pérez-Reverte nos ha ido presentando a lo largo de sus novelas. Max costa también fue soldado, pues por un espacio de tiempo para huir de unos problemillas con la justicia se apuntó en la Legión Extranjera y estuvo combatiendo en África tras el desastre de Annual.
«Creo que en el mundo de hoy la única libertad posible es la indiferencia. Por eso seguiré viviendo con mi sable y mi caballo.»
Ilustraciçon de "El Capitán Alatriste" |
Max Costa es ese mismo soldado luchando batallas ajenas, luchando por conservar su vida y su dignidad, aún a sabiendas de que sólo le espera la derrota, que las fuerzas ya no le acompañan para semejante viaje. Es el Capitán Alatriste luchando una batalla que no va con él, el Capitán Pepe Lobo de El asedio librando su último combate naval, o Faulques el fotógrafo de guerra de El pintor de batallas que en realidad es un soldado que en lugar de su fusil dispara su cámara,
«¿Los del fracaso?… Replegándome despacio hasta donde me ves. Como un ejército derrotado que combate mientras se deshace poco a poco.»
Max lo asume todo con fatalismo:
«Cierta clase de hombres -y él era uno de ellos- no tenía más alternativa que los caminos sin retorno. Los viajes inciertos sin billete de vuelta.»
Menchu Inzunza es también una mujer revertiana, una de esas mujeres fatales que consiguen que por el amor que siente por ella Max Costa arriesgue todo su futuro. Como Lolita Palma, la aristocrática gaditana protagonista de El Asedio, esa mujer fatal, dueña final del destino final de los hombres que la rodean, como ocurría en La carta esférica o en la narcotraficante de La Reina del Sur, enviando a los hombres hacia la muerte.
El tango de la guardia vieja, al igual que ocurre con muchas de las novelas de Arturo Pérez-Reverte, es difícil de adscribir a un género novelístico concreto. Tiene su parte de novela histórica al descubrirnos el ambiente de unos años determinados, e incluso algunos de esos personajes aunque con los nombres cambiados son el calco de otros que existieron, como el banquero Ferriol, que en la novela es el banquero que sufragó los gastos de Franco para la guerra civil española y que ni siquiera intenta disimular que es la figura de Juan March.
Tiene también mucho de novela de intriga, especialmente en lo que hace referencia a toda la parte actual y la trama del mundo del ajedrez.
Es, como no, una novela de acción, de mucha acción en muchos momentos de la misma, como en esas buenas películas de ladrones de guante blanco y el subidón de adrenalina que provoca la tensión de si atraparán o no al ladrón con las manos en la masa (aunque sería más correcto decir en las joyas)
Pero ante todo es una novela de amor. De un amor que ninguno de sus protagonistas se atreve a reconocer, no digo ya al otro, sino a si mismos. Un amor cargado de pasión y de sexo. Y aquí, en las escenas de sexo es donde se descubre a un gran escritor, que no necesita recurrir a un sexo descriptivo y grosero para que podamos imaginarnos el altísimo voltaje de dichas escenas.
LOS TEMAS
Transatlántico Cap Polonio |
1.- El mar
El mar, tan amado y querido por el autor está omnipresente, como lo estaba también en El asedio en ese Cádiz cuya única salida era el mar, La Carta esférica con aquel antiguo marinero varado en tierra, La Reina del Sur con sua narcos cabalgando en motoras esquivando la muerte, Trafalgar con la batalla del mismo nombre, o en menor medida en el farero de El pintor de batallas.
Un mar que atraviesan a bordo del Cap Polonio, un transatlántico que hacía la ruta hasta Buenos Aires y que realmente existió. Un mar presente en los puertos de Niza y Sorento en los que transcurre la acción.
2.- El ajedrez
Curiosamente esta novela comenzó a escribirse después de La tabla de Flandes en que un cuadro con un ajedrez era el eje argumental de la novela.
Pero también podíamos ver el ajedrez en El asedio, con Cádiz como un tablero de ajedrez, a la búsqueda del asesino que usa Cádiz como su particular tablero. También en El asedio podíamos ver las partidas de ajedrez en las que Hipólito Barrul siempre aniquila al comisario Rogelio Tizón.
3.- El tango
¿Dispuesto a asistir a una clase de tango? Porque el tango es mucho más que un baile, es todo un sentimiento. Si bien en esta novela descubrimos que poco tiene que ver el tango que conocemos hoy día, el mismo del que nos hablan los protagonistas, que aquel original. Me gusta esta definición que al tango se da en la novela:
«El tango sentimental, siguió contando Max, era un fenómeno reciente. Fue Gardel quien popularizó esas letras lloronas, llenando el tango de malevos cornudos y mujeres perdidas. En su voz, el cinismo del rufián se había hecho lágrimas y melancolía. Cosa de poetas.»
Tango que está cargado de pasión y sexo, hasta el punto de que al principio no era admitido por las clases “bien” de la sociedad. Tango que es batalla de sexos en la que el varón domina, pero es la mujer la que seduce. Tangos, de vida y de muerte
«Un amigo mío decía que hay tangos para sufrir, y tangos para matar… Los originales eran más bien de estos últimos.»
IMPRESIÓN PERSONAL
Arturo Pérez-Reverte |
Una obra en la que se nota el paso de los años y la experiencia del autor que, no se si pretendiéndolo o sin pretenderlo, nos h dejado una de sus obras más nostálgicas. Tal vez por eso, esta obra no pudo escribirla como quiso hace veinte años:
«Siento nostalgia de mi juventud —responde—, o más bien de lo que esa juventud hacía posible… Por otra parte, he descubierto que el otoño tranquiliza. A mi edad hace sentirse a salvo, lejos de los sobresaltos que produce la primavera.»
Un libro imprescindible para todos aquellos que son seguidores de la narrativa de Pérez-Reverte. Porque al igual que su protagonista Max Costa, ciñe con su mano el talle de las mujeres y las conduce por la pista de baile con maestría hacia un mundo de nuevas sensaciones, Pérez-Reverte nos envuelve con su prosa para hacernos vibras, no con la música de un tango, sino con las peripecias de sus personajes, de la historia de amor entre Max Costa y Menchu Inzunza.
FICHA TÉCNICA
Editorial: Alfaguara
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 504
PVP: 21,00 €
Editorial: Punto de Lectura
Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
Páginas: 496
PVP: 10,99 €
VALORACIÓN: 10/10
Pérez Reverte no es un autor que me atraiga mucho, creo que solo he leído un par de libros suyos pero este título es irresistible, me atrae sobre todo por el punto del tango que me encanta así que tengo que leerlo aunque esté compartido con otros puntos
ResponderEliminarbesos
Soy incondicional de Reverte y en este libro parece que ha madurado algunos puntos, y además le das alta valoración; no tardará en caer,
ResponderEliminarsaludos
Que cosas tiene la vida. Yo también lo he leído casi todo de Reverte. Me falta la última de Alatristre, Tragalgar (que como tú no leeré, novela por encargo), y Húsar que la tengo a medias desde hace siglos. Un Asunto de Honor está bastante bien, es más un guión de peli que una novela (es muy corta y se hizo adaptación al cine).
ResponderEliminarTenía claro que quería leer esta novela y después de tu reseña más.
Oye, dicen en algunos foros que podría ser novela negra. ¿Tú que opinas¿ ¿Se podría enclavar dentro del género?
Saludos
Yo también he leído casi todo lo que ha escrito Don Arturo, me faltan las que mencionas, "El asedio" y "El puente de los asesinos", que ya espera su turno en la estantería de casa. Este quiero leerlo pronto, por lo que cuentas merece la pena :)
ResponderEliminarun beso shakiano!!
Tiene buena pinta, ya lo creo. La tabla de Flandes me pareció algo flojo, por eso no me animé más con él.
ResponderEliminarA mi él como persona tampoco me cae demasiado bien aunque estoy muy de acuerdo en su forma de pensar, pero me resulta un poco pedante. Por otro lado, hasta ahora leí bastantes novelas de él, y como a tí, como escritor sí me gusta, y mucho. Me apuntaré esta novela. Bicos.
ResponderEliminarTodavía no la he leído, pero es cuestión de tiempo. Además, por lo que cuentas, parece que me pierdo una joyita si no lo hago.
ResponderEliminarCon Pérez-Reverte me pasa como a ti: le veo prepotente, aunque con ese halo que embadurna el tener la razón de su parte en muchas ocasiones. Pero también me cae bien por lo mismo... así que como no soy de volverme loca, le leo, me dejo que me asombre y disfruto de su pluma.
Un beso.
Guau! Vaya puntuación. Lo tengo ya en casa y creo que ya estoy tardando en leerlo.
ResponderEliminarSaludos
Qué estupenda reseña, Pedro. Veo que la prosa de Pérez-Reverte no tiene secretos para ti. No pensaba comprarla pero, leído lo leído, creo que lo haré. Me has convencido, vaya. Y, ¿sabes? tampoco es un autor que me caiga muy bien pero en la entrevista en Página 2, con motivo de la presentación de esta novela, me gustó.
ResponderEliminarBesos,
Como te dije por otros lares, se me habían quitado las ganas de Reverte, de hecho no tenía ninguna intención de leer nada más de este autor, pero como este libro es tan bueno, del Reverte de antes, me temo que debo hacer una excepción ;)
ResponderEliminarEste es el libro que seguramente leeré para quitarme la espina con Pérez-Reverte!!
ResponderEliminarA ver que tal se me daaaa
Slaudos
Me han hablado muy bien de ella, tanto que por las palabras del que me lo decía , pensé que quizás tendría que volver a darle una oportunidad a Don Arturo.
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