Una guerra inacabada
Hay títulos que son un poderoso imán al que es imposible resistirse. Ese sería el caso de El lector de Julio Verne, si no fuese porque incluso antes de leer este título que evoca a una parte de mi infancia, ya estaba pendiente de su salida al mercado para comprarlo. Muy pocos son los libros que compro, pero la excepción la constituyen los libros de Almudena Grandes.
Comenzó Almudena Grandes con Inés y la alegría un proyecto de nuevos Episodios Nacionales, a semejanza de los que en su día escribió Benito Pérez Galdós, al que por cierto se cita (al igual que a sus Episodios Nacionales) tanto en Inés y la alegría como en El lector de Julio Verne, donde constituyen una parte importantísima en la educación y en la apertura a la realidad de la vida y la historia de su joven protagonista. Un proyecto constituido por seis libros, cuyos títulos se nos presentan ya en la primera entrega, que nos mostrarán episodios desconocidos de nuestra reciente historia:
- Inés y la alegría: Nos narra la olvidada incursión durante la Segunda Guerra Mundial de un grupo de antiguas tropas republicanas al valle de Arán. (Pirineo de Lérida, 19-27 de octubre de 1944)
- El lector de Julio Verne: Conoceremos la situación de la guerrilla en las sierras de Jaén a través de los ojos de un niño que vive con su familia en el cuartel de la Guardia Civil. (Jaén, Sierra Sur, 1947-1949)
- Las tres bodas de Manolita (Madrid 1940-1950) - Los pacientes del doctor García (Madrid-Buenos Aires, 1945-1954
- La madre de Frankestein (Manicomio de Ciempozuelos, Madrid, 1955-1956) - Mariano en el Bidasoa (Castuera-Eibar, 1939-1964)
La alusión a Benito Pérez Galdós nos da una idea de lo ambicioso del proyecto, aunque a diferencia de dichos episodios, no habrá una continuidad argumental entre ellos, lo cual no significa que alguno de los personajes no aparezca en más de una. No es difícil, porque son tantas las historias y los personajes que aparecen, que muchos de ellos dan para mucho más.
De hecho en El lector de Julio Verne la unión con Inés y la alegría viene dada por la Cocina de Inés, el restaurante que la protagonista de dicho libro montó en Francia y que aparece aquí tanto en una nota en el bolsillo de un guerrillero muerto, como en una foto que manda a su familia uno de los guerrilleros que consiguió escapar a Francia, aunque el nombre de dicho restaurante no invite a los suyos a pensar que esté sano y salvo en Francia, sino en algún otro punto de España.
Quiero dejar claro, que ambos libros pueden leerse independientemente y en orden indistinto, porque situaciones y personajes son totalmente diferentes.
Comenzaba mi comentario a El corazón helado de Almudena Grandes con: ¡Ay de los vencidos! Porque los vencedores escribirán y reescribirán la historia.
Cuando leí Inés y la alegría, comenté que tendría que decir que los vencedores no sólo la escribieron o reescribieron, sino que en algunos casos ni siquiera llegaron a escribirla, como fue el caso presente del hecho real narrado en la novela por Almudena Grandes: la invasión por antiguas tropas republicanas de territorio español en Arán durante la segunda guerra mundial.
Y en el caso de la presente, no se trata solamente de los vencedores, sino como comentaba al hablar de Donde nadie te encuentre de Alicia Giménez Bartlett, los propios escritores parecen haber cubierto con un manto de silencio la historia de los maquis, aquellos que se lanzaron al monte para continuar allí la lucha o la supervivencia frente al nuevo régimen establecido una vez terminada la guerra.
Picada en aquel momento mi curiosidad por saber cuántos novelas podía haber con el maquis como protagonista, me encontré con un artículo muy interesante de Jose María Izquierdo (profesor de literatura española en la Universidad de Oslo): Maquis: guerrilla antifranquista. Un tema en la literatura de la memoria española, en el que nos cuenta como solamente hay seis libros que tengan como protagonista directo al maquis:
Alfons Cervera:
-El color del crepúsculo (1995)
-Maquis (1997)
-La noche inmóvil (1999)
Julio Llamazares: Luna de lobos (1985)
Andrés Trapiello: La noche de los cuatro caminos (2001)
Cesar Gavela: El puente de hierro (1998)
A estas habría que agregar la anteriormente citada Donde nadie te encuentre de Alicia Giménez Batlett y la que ahora os estoy describiendo, El lector de Julio Verne de Almudena Grandes. No os vayáis a pensar que hay muchas más en las que el maquis tenga una presencia anecdótica o dentro de un contexto más amplio (lo hace en algunas
Si quieres ver el enlace de dicho artículo, pincha aquí
Nino es un niño de nueve años hijo de un guardia civil, y como tal vive con su familia en la casa cuartel de la Guardia Civil en Fuensanta de Martos, un pequeño pueblo de la provincia de Jaén a pie de la sierra. Una pequeña casa en la que convive con el resto de las familias de los guardias civiles, en unas habitaciones ganadas a la casa a base de finos tabiques, incapaces de conseguir un mínimo de intimidad y por supuesto, incapaces de disimular los gritos de los torturados que pueblan las noches y los sueños de Nino. No son reales, es el sonido de una película. Están poniendo películas se miente a sí mismo y miente a su hermana pequeña en noches de pesadilla.
Pesadillas que durante el día ha de fingir que no han tenido lugar, mientras se enfrenta a otro mundo de mentiras para justificar el vacío que hacen a su familia y a la del resto de los guardias civiles los habitantes del pueblo. Un vacío que se hace incomprensible para un niño con el que nadie del pueblo quiere jugar.
Porque quien más, quien menos, tiene algún familiar huido a los montes, o alguna víctima provocada por la represión de los militares en su afán de socavar el apoyo que la guerrilla de los montes tiene en el pueblo. Apoyo a toda una leyenda que tiene por nombre el Cencerro, que burla una y otra vez todos los intentos de capturarle, mientras deja un rastro de sus robos en forma de billetes de veinte duros firmados: «Así paga Cencerro.»
Una pelea sorda que lleva a prohibir que en el pueblo se cante una popularísima canción de la época:
«Tengo una vaca lechera.
No es una vaca cualquiera.
Se pasea por el prado,
mata moscas con el rabo,
tolón, tolón, tolón, tolón.
Un cencerro le he comprado.
A mi vaca le ha gustado....»
No puede permitirse la más mínima alusión a Cencerro.
La vida de Nino va a cambiar con la llegada al pueblo de El Portugués, un forastero que se instala en el viejo molino y que fascina a Nino, con el que comparte juegos, pesca y al que introduce en un mundo diferente al prestarle una novela de Julio Verne: Los hijos del Capitán Grant.
El padre de Nino, preocupado por la baja estatura del niño y temiendo que no alcance la estatura mínima para poder entrar en la Guardia Civil (no sabe que Nino no quiere seguir los pasos de su padre en ese campo), hace que empiece a tomar clases de mecanografía, lo que finalmente le lleva a conocer a las Rubias, mujeres solas y viudas, que tienen acogida a Elena, una antigua maestra que no solo enseña mecanografía a Nino, sino que pone a su disposición un mundo nuevo lleno de libros Julio Verne, Galdós, Stevenson, que van a cambiar definitivamente el modo de ver el mundo de Nino.
Es muy difícil escribir una novela desde el punto de vista de un niño, porque hay que adaptarse a un lenguaje y a un modo de ver la vida que no siempre es fácil de conseguir. En este caso, aunque esté narrado en primera persona por el niño, no lo hace desde sus nueve años de edad con los que se empieza la narración, sino desde la visión de un adulto que vuelve la vista atrás para recordar los acontecimientos que cambiaron su vida y que le llevaron a tomar una decisión que le han convertido en lo que es hoy día. Eso es lo que hace verosímil un lenguaje cargado de poesía que sería impropio de un niño de nueve años.
El planteamiento de la novela es muy original y al mismo tiempo nos permite un punto de vista diferente que hace que la violencia resulte aún más dura y conmovedora. Porque en ningún momento se recrea la autora en las torturas. Pero hay algo peor que lo que se ve: lo que se presiente, que es lo que le ocurre a Nino, que no ve las torturas, pero si que escucha los gritos y los lamentos de los que son golpeados.
Una violencia que además podemos ver a través del rechazo de un niño que debería ser igual a los demás pero no lo es. Porque él es hijo de un guardia civil y cada vez que hay una detención, o alguna muerte, con los que ha de convivir al día siguiente en el colegio o en la calle son los familiares de aquellos que acaban de ser víctimas.
Pero ellos también son víctimas. Su vida es tan pobre como la de aquellos a los que tienen que enfrentarse. Solo que además lo tienen que hacer solos, sin el consuelo ni la ayuda de los demás.
Son muy interesantes las alusiones literarias presentes en este libro. Hay algunos libros que van de cultos y no paran de mencionar libros que nadie ha leído, desconocidos para el público en general. No es el caso de El lector de Julio Verne, porque Julio Verne es un autor de lectura generalizada, al igual que le ocurre a Benito Pérez Galdós y sus Episodios Nacionales. Y junto a esta aparece otra novela, que es sin duda la que más veces he leído en mi infancia: La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson.
No
son libros que aparecen mencionados sin más, sino que forman parte de
la propia trama. Salvo algunos libros de Julio Verne que la autora se
limita a mencionar, la presencia de Julio Verne, además de servir para
dar título a la novela, es fundamental para cambiar la vida de Nino. Es
la lectura de Los hijos del Capitan Grant, que no es precisamente
una de mis novelas preferidas de Julio Verne, cambian su perspectiva de
la vida. A partir de ese momento, adquiere conciencia de que los libros
son algo más que unas letras impresas. Pasan a ser su vía de escape de
una realidad que no soporta. Prefiere en muchos casos leer a jugar con
sus amigos.
Pero si importante es esta lectura de Julio Verne, no es lo menos el descubrimiento de la historia en los Episodios Nacionales, no solo porque le permiten ver que la historia es algo vivo, sino que le ayudan a comprender la situación en la que está viviendo.
Pero lo que cambia definitivamente su vida es el pirata de La isla del tesoro, una figura que le ayudará a tomar una valiente decisión que sera fundamental para él y para todo el pueblo.
Aunque parezca difícil, El lector de Julio Verne ha superado las expectativas que tenía puestas en él. Y cuando eso ocurre en un libro que tienes ganas de leer de uno de tus autores favoritos, es ya mucho decir.
Creo que además Almudena Grandes ha conseguido un libro mucho más asequible al gran público, pues aún conservando su estilo literario, abandona aquí sus habituales saltos adelante y atrás sin solución de continuidad que tanto dificultan en ocasiones la lectura de sus libros. Además, a diferencia de lo que ocurría en La casa de Inés, en que la narración también era lineal pero se veía interrumpida por capítulos dedicados a narrarnos la situación de España en el momento histórico de la novela, aquí no hay ninguna interrupción, por lo que nunca se parte el ritmo.
Es característico en las novelas de Almudena Grandes, un sinfín de personajes que en algunos momentos, especialmente al principio de la novela, llegan a marearme al intentar identificar quién es quién cuando aún no te ha hecho con ellos. No es el caso de El lector de Julio Verne, no porque no sean muy numerosos, sino porque van apareciendo mucho más espaciados (aún recuerdo con horror la escena inicial del cementerio el El corazón helado en que toda la familia y allegados aparecía de golpe sin que supieras quién era nadie) dando tiempo a asimilarlos.
Una peculiaridad de estos personajes es que en la mayoría de los casos se les conoce por un mote, algo muy de pueblo. Unos motes que ya te ayudan a quedarte con ellos en la cabeza porque son de los más llamativo: Comerrelojes, el Portugués, Cencerro, Cabezalarga, Mediamujer, Cuelloduro, Rodillaspelás, Fingenegocios, Putisanto, Canijo... Nombres que por cierto no nacen de la imaginación de la autora, sino que existieron en realidad al igual que la historia que dio lugar dichos motes y que la autora recoge.
Otra de las características de las novelas de Almudena Grandes que yo echaba de menos en esta novela, son las maravillosas historias de amor que aparecen siempre en sus novelas. Y justo cuando estaba anotando mentalmente que eso no se encuentra en este libro, me encuentro con un párrafo que parecía escrito por la autora para mí por tener estos pensamientos:
«Todos los libros hablan del amor, aunque no haya chicas, ni besos, ni boda al final. Todos los libros hablan del amor aunque el amor no sea más que la fascinación, la difícil lealtad de un niño bueno y valiente hacia un valiente y codicioso pirata de palo con una pata de palo y el loro al hombro.» (Página 333)
En parte es lógico que al tratarse del punto de vista de un niño de diez años no sea el motor principal de la novela una historia de amor, pero eso no quiere decir, además de lo expuesto anteriormente por la autora, que no las podamos encontrar en la novela, quizás donde menos lo esperemos, como en el amor que el odiado sargento Sanchís siente por su esposa.
También ha sorteado con éxito Almudena Grandes uno de los grandes problemas que se presentan al escribir un novela sobre la guerra civil: el maniqueísmo. Lo habitual es encontrarnos con unos buenos muy buenos, y unos malos muy malos. En función del pensamiento político del autor, los buenos serán unos y los malos otros.
Cuál es el lado por el que se inclina Almudena Grandes no es ninguna sorpresa. La sorpresa que vamos a encontrarnos es que la frontera entre los “buenos” y los “malos” no existe, como difícilmente existe en la vida real. Simplemente la vida te asigna un papel del que difícilmente puedes escapar en algunas ocasiones. La Guardia Civil tuvo un papel represor muy importante en los núcleos rurales, en la que fue la encargada principal de acabar con los focos de resistencia que suponían los maquis. Ahora bien, vamos a conocer aquí un guardia civil que lo es no por vocación, sino porque en la guerra civil le tocó hacer la guerra en ese cuerpo. Y una vez dentro, la vida sigue y hay que continuar adelante, por más que sus convicciones y pensamientos vayan por otro lado, como el de sus familiares, que fueron ajusticiados por sus ideas revolucionarias.
Nos muestra la autora también el otro lado de la moneda, la de aquellos que sufren la persecución por el mero hecho de ser pobres o de tener gente huida en el monte. Pero lejos de idealizarla, nos muestran también su lado más feroz y por otra parte más humano, con el odio que manifiestan a los que no como ellos, sin distinciones de sexo o de edad, aunque se trate de críos que nada tienen que ver con lo que está pasando.
Ya el sugerente título nos da a entender que además de la trama del libro, se rinde un homenaje a uno de los autores más populares de la literatura juvenil como es Julio Verne, como ciertamente ocurre. No he podido por menos que sentirme emocionado en esos pasajes, porque ¿cómo no identificarme con un niño que descubre la lectura en Julio Verne? Aunque lo haga con uno de los libros que no figura entre mis favoritos, son varios los que se mencionan en la novela. Títulos que he leído en su totalidad y algunos de ellos no una sino muchas veces, porque al ser míos, tenía la oportunidad de releerlos una y otra vez.
Aparecen además otras dos citas literarias que adquieren gran importancia. Por una parte los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós,que tantas y tantas horas llenaron mi vida de lectura y de aventuras (quizás desde entonces me viene mi gusto por la novela histórica. Una lectura no solo apropiada para adultos, sino incluso para niños, que con ella se introducirán en otro mundo.
Por otra parte La isla del tesoro, que es sin duda la novela que más veces he leído. Una de esas novelas que por más que te la sepas, que sepas cómo va a acabar, que desde un primer momento sepas que aquel personaje es un pirata, caes fascinado y rendido ante las aventuras de su protagonista infantil.
Todos esos recuerdos de mi niñez, de mi gusto pro la literatura, han aflorado de nuevo con la lectura de El lector de Julio Verne, un motivo más para gozar de esta novela.
Y no se pierde en esta novela algo que siempre he disfrutado en las novelas de Almudena Grandes: sus personajes perfectamente dibujados. Unos personajes a los que es inevitable tomar mucho cariño. Por una parte esa figura misteriosa de el Portugués, un forastero llegado al pueblo y que termina haciendo las veces de padre y de amigo para Nino. Por otra parte la figura de Nino, ese hijo de un guardia civil que no sabe cuál es su futuro, y que solo sabe lo que no quiere ser:guardia civil como su padre.
Unos personajes que consiguen emocionarte, que permiten ver el otro lado de la guerra, la guerra vista desde los ojos de un niño que tiene que fingir y engañarse a sí mismo para poder sobrevivir al horror de la misma.
Una guerra que no ha acabado. Porque aunque hayan pasado ya años del fin oficial de la misma, hay gente que sigue combatiendo huida en el monte. Aunque mi duda es por qué combatían, si por derribar a un régimen, algo que desde la lejanía de los montes y su aislamiento con el resto de la sociedad se antojaba como una empresa imposible, sobre todo una vez que acabada la segunda guerra mundial con la derrota del fascismo España no pintaba nada, o más bien era una mera guerra por la supervivencia, hartos de leyes injustas que les impedían la más mínima posibilidad de seguir adelante.
Y eso me lleva a preguntarme si realmente aquella guerra ha acabado, por más que todos quieran darla por muerta y enterrada. Me pregunto si no se está dando el caldo de cultivo necesario para una nueva reedición de la misma al aumentar las diferencias entre los ricos cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres y más numerosos, sin un futuro a la vista, sin esperanzas de que su vida pueda mejorar.
Es un grave error no aprender de los errores del pasado. Y la mejor manera de no repetirlos, es conocerlo. Algo a lo que sin duda Almudena Grandes contribuye con estos Episodios Nacionales.
Una lectura muy recomendable y entretenida.
VALORACIÓN: 10/10
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Portada de El lector de Julio Verne |
FICHA TÉCNICA
Título: El lector de Julio Verne
Autor: Almudena
Grandes
Editorial: Tusquets editores
Editorial: Tusquets editores
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 424
PVP: 24 €
Editorial: Tusquetes
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 432
PVP: 9,95 €
Hay títulos que son un poderoso imán al que es imposible resistirse. Ese sería el caso de El lector de Julio Verne, si no fuese porque incluso antes de leer este título que evoca a una parte de mi infancia, ya estaba pendiente de su salida al mercado para comprarlo. Muy pocos son los libros que compro, pero la excepción la constituyen los libros de Almudena Grandes.
Comenzó Almudena Grandes con Inés y la alegría un proyecto de nuevos Episodios Nacionales, a semejanza de los que en su día escribió Benito Pérez Galdós, al que por cierto se cita (al igual que a sus Episodios Nacionales) tanto en Inés y la alegría como en El lector de Julio Verne, donde constituyen una parte importantísima en la educación y en la apertura a la realidad de la vida y la historia de su joven protagonista. Un proyecto constituido por seis libros, cuyos títulos se nos presentan ya en la primera entrega, que nos mostrarán episodios desconocidos de nuestra reciente historia:
- Inés y la alegría: Nos narra la olvidada incursión durante la Segunda Guerra Mundial de un grupo de antiguas tropas republicanas al valle de Arán. (Pirineo de Lérida, 19-27 de octubre de 1944)
- El lector de Julio Verne: Conoceremos la situación de la guerrilla en las sierras de Jaén a través de los ojos de un niño que vive con su familia en el cuartel de la Guardia Civil. (Jaén, Sierra Sur, 1947-1949)
- Las tres bodas de Manolita (Madrid 1940-1950) - Los pacientes del doctor García (Madrid-Buenos Aires, 1945-1954
- La madre de Frankestein (Manicomio de Ciempozuelos, Madrid, 1955-1956) - Mariano en el Bidasoa (Castuera-Eibar, 1939-1964)
La alusión a Benito Pérez Galdós nos da una idea de lo ambicioso del proyecto, aunque a diferencia de dichos episodios, no habrá una continuidad argumental entre ellos, lo cual no significa que alguno de los personajes no aparezca en más de una. No es difícil, porque son tantas las historias y los personajes que aparecen, que muchos de ellos dan para mucho más.
De hecho en El lector de Julio Verne la unión con Inés y la alegría viene dada por la Cocina de Inés, el restaurante que la protagonista de dicho libro montó en Francia y que aparece aquí tanto en una nota en el bolsillo de un guerrillero muerto, como en una foto que manda a su familia uno de los guerrilleros que consiguió escapar a Francia, aunque el nombre de dicho restaurante no invite a los suyos a pensar que esté sano y salvo en Francia, sino en algún otro punto de España.
Quiero dejar claro, que ambos libros pueden leerse independientemente y en orden indistinto, porque situaciones y personajes son totalmente diferentes.
Portada de Inés y la alegría |
Cuando leí Inés y la alegría, comenté que tendría que decir que los vencedores no sólo la escribieron o reescribieron, sino que en algunos casos ni siquiera llegaron a escribirla, como fue el caso presente del hecho real narrado en la novela por Almudena Grandes: la invasión por antiguas tropas republicanas de territorio español en Arán durante la segunda guerra mundial.
Y en el caso de la presente, no se trata solamente de los vencedores, sino como comentaba al hablar de Donde nadie te encuentre de Alicia Giménez Bartlett, los propios escritores parecen haber cubierto con un manto de silencio la historia de los maquis, aquellos que se lanzaron al monte para continuar allí la lucha o la supervivencia frente al nuevo régimen establecido una vez terminada la guerra.
Picada en aquel momento mi curiosidad por saber cuántos novelas podía haber con el maquis como protagonista, me encontré con un artículo muy interesante de Jose María Izquierdo (profesor de literatura española en la Universidad de Oslo): Maquis: guerrilla antifranquista. Un tema en la literatura de la memoria española, en el que nos cuenta como solamente hay seis libros que tengan como protagonista directo al maquis:
Alfons Cervera:
-El color del crepúsculo (1995)
-Maquis (1997)
-La noche inmóvil (1999)
Julio Llamazares: Luna de lobos (1985)
Andrés Trapiello: La noche de los cuatro caminos (2001)
Cesar Gavela: El puente de hierro (1998)
A estas habría que agregar la anteriormente citada Donde nadie te encuentre de Alicia Giménez Batlett y la que ahora os estoy describiendo, El lector de Julio Verne de Almudena Grandes. No os vayáis a pensar que hay muchas más en las que el maquis tenga una presencia anecdótica o dentro de un contexto más amplio (lo hace en algunas
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ARGUMENTO
Nino es un niño de nueve años hijo de un guardia civil, y como tal vive con su familia en la casa cuartel de la Guardia Civil en Fuensanta de Martos, un pequeño pueblo de la provincia de Jaén a pie de la sierra. Una pequeña casa en la que convive con el resto de las familias de los guardias civiles, en unas habitaciones ganadas a la casa a base de finos tabiques, incapaces de conseguir un mínimo de intimidad y por supuesto, incapaces de disimular los gritos de los torturados que pueblan las noches y los sueños de Nino. No son reales, es el sonido de una película. Están poniendo películas se miente a sí mismo y miente a su hermana pequeña en noches de pesadilla.
Pesadillas que durante el día ha de fingir que no han tenido lugar, mientras se enfrenta a otro mundo de mentiras para justificar el vacío que hacen a su familia y a la del resto de los guardias civiles los habitantes del pueblo. Un vacío que se hace incomprensible para un niño con el que nadie del pueblo quiere jugar.
Porque quien más, quien menos, tiene algún familiar huido a los montes, o alguna víctima provocada por la represión de los militares en su afán de socavar el apoyo que la guerrilla de los montes tiene en el pueblo. Apoyo a toda una leyenda que tiene por nombre el Cencerro, que burla una y otra vez todos los intentos de capturarle, mientras deja un rastro de sus robos en forma de billetes de veinte duros firmados: «Así paga Cencerro.»
Una pelea sorda que lleva a prohibir que en el pueblo se cante una popularísima canción de la época:
«Tengo una vaca lechera.
No es una vaca cualquiera.
Se pasea por el prado,
mata moscas con el rabo,
tolón, tolón, tolón, tolón.
Un cencerro le he comprado.
A mi vaca le ha gustado....»
No puede permitirse la más mínima alusión a Cencerro.
La vida de Nino va a cambiar con la llegada al pueblo de El Portugués, un forastero que se instala en el viejo molino y que fascina a Nino, con el que comparte juegos, pesca y al que introduce en un mundo diferente al prestarle una novela de Julio Verne: Los hijos del Capitán Grant.
El padre de Nino, preocupado por la baja estatura del niño y temiendo que no alcance la estatura mínima para poder entrar en la Guardia Civil (no sabe que Nino no quiere seguir los pasos de su padre en ese campo), hace que empiece a tomar clases de mecanografía, lo que finalmente le lleva a conocer a las Rubias, mujeres solas y viudas, que tienen acogida a Elena, una antigua maestra que no solo enseña mecanografía a Nino, sino que pone a su disposición un mundo nuevo lleno de libros Julio Verne, Galdós, Stevenson, que van a cambiar definitivamente el modo de ver el mundo de Nino.
EL LECTOR DE JULIO VERNE
Pese a que muchos penséis que la Guerra Civil está muy vista, Almudena Grandes nos está demostrando hasta qué punto hay mil argumentos en ella para crear buenas novelas. Un muy buen ejemplo es el de esta novela, que nos permite no solamente ver aspectos diferentes de una guerra que pese a las afirmaciones oficiales no acabó con el famoso Vencido y desarmado el ejército rojo..., sino que lo hace desde un punto de vista muy peculiar: el de un niño que vive en la casa cuartel de la guerra civil.Es muy difícil escribir una novela desde el punto de vista de un niño, porque hay que adaptarse a un lenguaje y a un modo de ver la vida que no siempre es fácil de conseguir. En este caso, aunque esté narrado en primera persona por el niño, no lo hace desde sus nueve años de edad con los que se empieza la narración, sino desde la visión de un adulto que vuelve la vista atrás para recordar los acontecimientos que cambiaron su vida y que le llevaron a tomar una decisión que le han convertido en lo que es hoy día. Eso es lo que hace verosímil un lenguaje cargado de poesía que sería impropio de un niño de nueve años.
El planteamiento de la novela es muy original y al mismo tiempo nos permite un punto de vista diferente que hace que la violencia resulte aún más dura y conmovedora. Porque en ningún momento se recrea la autora en las torturas. Pero hay algo peor que lo que se ve: lo que se presiente, que es lo que le ocurre a Nino, que no ve las torturas, pero si que escucha los gritos y los lamentos de los que son golpeados.
Una violencia que además podemos ver a través del rechazo de un niño que debería ser igual a los demás pero no lo es. Porque él es hijo de un guardia civil y cada vez que hay una detención, o alguna muerte, con los que ha de convivir al día siguiente en el colegio o en la calle son los familiares de aquellos que acaban de ser víctimas.
Pero ellos también son víctimas. Su vida es tan pobre como la de aquellos a los que tienen que enfrentarse. Solo que además lo tienen que hacer solos, sin el consuelo ni la ayuda de los demás.
Son muy interesantes las alusiones literarias presentes en este libro. Hay algunos libros que van de cultos y no paran de mencionar libros que nadie ha leído, desconocidos para el público en general. No es el caso de El lector de Julio Verne, porque Julio Verne es un autor de lectura generalizada, al igual que le ocurre a Benito Pérez Galdós y sus Episodios Nacionales. Y junto a esta aparece otra novela, que es sin duda la que más veces he leído en mi infancia: La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson.
Julio Verne |
Pero si importante es esta lectura de Julio Verne, no es lo menos el descubrimiento de la historia en los Episodios Nacionales, no solo porque le permiten ver que la historia es algo vivo, sino que le ayudan a comprender la situación en la que está viviendo.
Pero lo que cambia definitivamente su vida es el pirata de La isla del tesoro, una figura que le ayudará a tomar una valiente decisión que sera fundamental para él y para todo el pueblo.
IMPRESIÓN PERSONAL
Aunque parezca difícil, El lector de Julio Verne ha superado las expectativas que tenía puestas en él. Y cuando eso ocurre en un libro que tienes ganas de leer de uno de tus autores favoritos, es ya mucho decir.
Creo que además Almudena Grandes ha conseguido un libro mucho más asequible al gran público, pues aún conservando su estilo literario, abandona aquí sus habituales saltos adelante y atrás sin solución de continuidad que tanto dificultan en ocasiones la lectura de sus libros. Además, a diferencia de lo que ocurría en La casa de Inés, en que la narración también era lineal pero se veía interrumpida por capítulos dedicados a narrarnos la situación de España en el momento histórico de la novela, aquí no hay ninguna interrupción, por lo que nunca se parte el ritmo.
Es característico en las novelas de Almudena Grandes, un sinfín de personajes que en algunos momentos, especialmente al principio de la novela, llegan a marearme al intentar identificar quién es quién cuando aún no te ha hecho con ellos. No es el caso de El lector de Julio Verne, no porque no sean muy numerosos, sino porque van apareciendo mucho más espaciados (aún recuerdo con horror la escena inicial del cementerio el El corazón helado en que toda la familia y allegados aparecía de golpe sin que supieras quién era nadie) dando tiempo a asimilarlos.
Una peculiaridad de estos personajes es que en la mayoría de los casos se les conoce por un mote, algo muy de pueblo. Unos motes que ya te ayudan a quedarte con ellos en la cabeza porque son de los más llamativo: Comerrelojes, el Portugués, Cencerro, Cabezalarga, Mediamujer, Cuelloduro, Rodillaspelás, Fingenegocios, Putisanto, Canijo... Nombres que por cierto no nacen de la imaginación de la autora, sino que existieron en realidad al igual que la historia que dio lugar dichos motes y que la autora recoge.
Otra de las características de las novelas de Almudena Grandes que yo echaba de menos en esta novela, son las maravillosas historias de amor que aparecen siempre en sus novelas. Y justo cuando estaba anotando mentalmente que eso no se encuentra en este libro, me encuentro con un párrafo que parecía escrito por la autora para mí por tener estos pensamientos:
«Todos los libros hablan del amor, aunque no haya chicas, ni besos, ni boda al final. Todos los libros hablan del amor aunque el amor no sea más que la fascinación, la difícil lealtad de un niño bueno y valiente hacia un valiente y codicioso pirata de palo con una pata de palo y el loro al hombro.» (Página 333)
En parte es lógico que al tratarse del punto de vista de un niño de diez años no sea el motor principal de la novela una historia de amor, pero eso no quiere decir, además de lo expuesto anteriormente por la autora, que no las podamos encontrar en la novela, quizás donde menos lo esperemos, como en el amor que el odiado sargento Sanchís siente por su esposa.
También ha sorteado con éxito Almudena Grandes uno de los grandes problemas que se presentan al escribir un novela sobre la guerra civil: el maniqueísmo. Lo habitual es encontrarnos con unos buenos muy buenos, y unos malos muy malos. En función del pensamiento político del autor, los buenos serán unos y los malos otros.
Cuál es el lado por el que se inclina Almudena Grandes no es ninguna sorpresa. La sorpresa que vamos a encontrarnos es que la frontera entre los “buenos” y los “malos” no existe, como difícilmente existe en la vida real. Simplemente la vida te asigna un papel del que difícilmente puedes escapar en algunas ocasiones. La Guardia Civil tuvo un papel represor muy importante en los núcleos rurales, en la que fue la encargada principal de acabar con los focos de resistencia que suponían los maquis. Ahora bien, vamos a conocer aquí un guardia civil que lo es no por vocación, sino porque en la guerra civil le tocó hacer la guerra en ese cuerpo. Y una vez dentro, la vida sigue y hay que continuar adelante, por más que sus convicciones y pensamientos vayan por otro lado, como el de sus familiares, que fueron ajusticiados por sus ideas revolucionarias.
Nos muestra la autora también el otro lado de la moneda, la de aquellos que sufren la persecución por el mero hecho de ser pobres o de tener gente huida en el monte. Pero lejos de idealizarla, nos muestran también su lado más feroz y por otra parte más humano, con el odio que manifiestan a los que no como ellos, sin distinciones de sexo o de edad, aunque se trate de críos que nada tienen que ver con lo que está pasando.
Ya el sugerente título nos da a entender que además de la trama del libro, se rinde un homenaje a uno de los autores más populares de la literatura juvenil como es Julio Verne, como ciertamente ocurre. No he podido por menos que sentirme emocionado en esos pasajes, porque ¿cómo no identificarme con un niño que descubre la lectura en Julio Verne? Aunque lo haga con uno de los libros que no figura entre mis favoritos, son varios los que se mencionan en la novela. Títulos que he leído en su totalidad y algunos de ellos no una sino muchas veces, porque al ser míos, tenía la oportunidad de releerlos una y otra vez.
Aparecen además otras dos citas literarias que adquieren gran importancia. Por una parte los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós,que tantas y tantas horas llenaron mi vida de lectura y de aventuras (quizás desde entonces me viene mi gusto por la novela histórica. Una lectura no solo apropiada para adultos, sino incluso para niños, que con ella se introducirán en otro mundo.
Por otra parte La isla del tesoro, que es sin duda la novela que más veces he leído. Una de esas novelas que por más que te la sepas, que sepas cómo va a acabar, que desde un primer momento sepas que aquel personaje es un pirata, caes fascinado y rendido ante las aventuras de su protagonista infantil.
Todos esos recuerdos de mi niñez, de mi gusto pro la literatura, han aflorado de nuevo con la lectura de El lector de Julio Verne, un motivo más para gozar de esta novela.
Y no se pierde en esta novela algo que siempre he disfrutado en las novelas de Almudena Grandes: sus personajes perfectamente dibujados. Unos personajes a los que es inevitable tomar mucho cariño. Por una parte esa figura misteriosa de el Portugués, un forastero llegado al pueblo y que termina haciendo las veces de padre y de amigo para Nino. Por otra parte la figura de Nino, ese hijo de un guardia civil que no sabe cuál es su futuro, y que solo sabe lo que no quiere ser:guardia civil como su padre.
Unos personajes que consiguen emocionarte, que permiten ver el otro lado de la guerra, la guerra vista desde los ojos de un niño que tiene que fingir y engañarse a sí mismo para poder sobrevivir al horror de la misma.
Una guerra que no ha acabado. Porque aunque hayan pasado ya años del fin oficial de la misma, hay gente que sigue combatiendo huida en el monte. Aunque mi duda es por qué combatían, si por derribar a un régimen, algo que desde la lejanía de los montes y su aislamiento con el resto de la sociedad se antojaba como una empresa imposible, sobre todo una vez que acabada la segunda guerra mundial con la derrota del fascismo España no pintaba nada, o más bien era una mera guerra por la supervivencia, hartos de leyes injustas que les impedían la más mínima posibilidad de seguir adelante.
Y eso me lleva a preguntarme si realmente aquella guerra ha acabado, por más que todos quieran darla por muerta y enterrada. Me pregunto si no se está dando el caldo de cultivo necesario para una nueva reedición de la misma al aumentar las diferencias entre los ricos cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres y más numerosos, sin un futuro a la vista, sin esperanzas de que su vida pueda mejorar.
Es un grave error no aprender de los errores del pasado. Y la mejor manera de no repetirlos, es conocerlo. Algo a lo que sin duda Almudena Grandes contribuye con estos Episodios Nacionales.
Una lectura muy recomendable y entretenida.
VALORACIÓN: 10/10
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Tengo esta novela, e Inés y la Alegría, pendientes en la estantería desde hace tiempo. Espero poder leerlas en 2013.
ResponderEliminarUn beso shakiano!!
Me ha gustado lo que nos cuentas, aunque tenía la impresión de que esta novela era algo más floja que Inés y la alegría, pero creo que probare con ella (como dice Shaka para el prometedor 2013). Y sí, es un grave error no aprender d elos errores del pasado pero también se dice (lamentablemente) que la historia está condenada repetirse. Besos
ResponderEliminarQué ganas tengo de leerlo!!
ResponderEliminarEs una escritora que me gusta bastante =)
Besotes
Ya sabes mi opinión sobre esta saga. Aunque creo que diferimos, para mí "Inés y la alegría" es infinitamente mejor que "El lector de Julio Verne" :)
ResponderEliminarPuedes decirme de todo, pero tengo lo dos libros pendientes, cogiendo polvo los pobres y yo aquí tan tranquila. Claro, que después de leerte, siento una vergüenza que ni te cuento.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, he dado por casualidad con este post. Me he animado a incluir un comentario al ver que ponías esto: "No os vayáis a pensar que hay muchas más en las que el maquis tenga una presencia anecdótica o dentro de un contexto más amplio".
ResponderEliminarTampoco el artículo de José Mª Izquierdo está muy acertado, pues hay que tener en cuenta que este es de hace bastantes años, aunque ya en el 2002 había novelas sobre el maquis que no ha incluido.
Pretendía poner un listado (solo el título) de las 227 novelas en las que el maquis está presente, de una manera protagonista, o en algún capítulo, pero solo me permite el sistema incluir 4096 caracteres. Un saludo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAcabo de leer "El lector de Julio Verne" una novela con la que he disfrutado muchísimo. Almudena Grandes es una de mis autoras favoritas y nunca defrauda. Ha sido también muy especial por tocar temas personales. Un lujo poder disfrutar de sus historias. Saludos. Fantástica reseña.
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